Ubicado en Av. del Libertador al 1900, el Palacio Errázuriz Alvear se inauguró con una gran fiesta el 18 de septiembre de 1918 y albergó a la familia compuesta por el diplomático chileno Matías Errázuriz, su esposa, la argentina Josefina de Alvear, y sus hijos Pepita y Mato.
La vida familiar alternaba viajes a sus campos del sur de Santa Fe con estadías en Buenos Aires en la temporada social. Pasaban los veranos en Mar del Plata o en Zapallar, Chile y hacían largos viajes a Europa, residiendo en París o Biarritz.
Fueron grandes coleccionistas y soñaron con transformar su "palacio" en un museo. De hecho, en sus Memorias, Don Matías menciona esa posibilidad.
Tras la gran crisis económica de 1929 el Gobierno Nacional compró la mansión y sus obras de arte dándole esta finalidad.
La casa fue diseñada a principios del siglo XX por el afamando arquitecto francés René Sergent quien, aunque proyectó varios edificios para esta ciudad, nunca visitó la Argentina. Aquí la dirección de obra y el seguimiento del proyecto estuvieron a cargo de los prestigiosos arquitectos-ingenieros Eduardo Lanus y Pablo Hary.
Los interiores están cuidadosamente decorados según diferentes principios estéticos, obras de arte y mobiliario de gran valor. Los más importantes decoradores y diseñadores europeos de la Belle Époque, como André Carlhian, George Nelson, Josep Luis Sert, George Hoentschel y el paisajista Achille Duchéne trabajaron y crearon las distintas salas y espacios de este aristocrático edificio.
Fueron fundamentales las instalaciones de confort que dieron a la residencia una impronta de modernidad única como los sistemas de calefacción y aspiración centralizados, instalaciones sanitarias y eléctricas, el ascensor, e incluso un montaplatos entre las cocinas y el comedor.
De las grandes residencias porteñas de inspiración francesa, sólo ésta puede ser visitada por el público. Ha sido declarada Monumento histórico - artístico nacional y es testimonio de un mundo, una estética y una forma de vida únicos e irrepetibles.
Dedicado a las artes decorativas y el diseño, el museo apunta hoy a generar un dialogo estimulante entre los testimonios artísticos del pasado y las creaciones del presente en el marco de una casa-museo de inigualable valor arquitectónico y patrimonial El palacio fue restaurado como una casa-museo, que no sólo alberga valiosas piezas de arte y mobiliario de distintas épocas, sino que revela, además, el estilo de vida de una familia patricia a principios del siglo XX.
Durante los dieciocho años que los Errázuriz Alvear vivieron allí, la casa fue escenario de recepciones, conciertos y bailes de caridad; también un espacio de lujo y confort.
Cuenta con un pequeño salón decorado en estilo Art Déco temprano realizado por el artista catalán José María Sert; se destacan cuatro paneles pintados al óleo, uno de ellos sobre espejo.
Esa sala es la única de la casa con decoración del siglo XX. La residencia tiene también un imponente jardín de estilo francés que funciona como prolongación de los salones de recepción.
El eje central de la composición es la Fuente de los cisnes, rodeada por parterres de boj recortado que evocan diseños del Palacio de Versalles.