Andrea Colicheo vive en San Carlos de Bariloche y logró recibirse de licenciada en Hotelería a sus 35 años. El suyo es un ejemplo de superación por haber conseguido ser la primera de su familia en terminar la universidad, habiendo tenido una vida de sacrificio y limitaciones económicas.
Nacida en General Roca, Río Negro, tuvo una infancia difícil. De hecho, debió acompañar a su papá a juntar cartones mientras su mamá trabajaba limpiando en casas de familia. Así, el secundario lo terminó haciendo changas para ayudar con los gastos.
Con el paso del tiempo, en 2006 decidió empezar una nueva vida en Bariloche, junto a su esposo Emanuel, y sus dos hijos, que hoy tienen 14 y 15 años. Ya instalados en esa ciudad, empezó a estudiar hotelería en la Universidad de Río Negro.
“Lo vi como una oportunidad ya que Bariloche se sostiene en base al turismo. No fueron años fáciles, porque tenía que repartir mis tiempos entre el trabajo, el estudio y mis hijos”, comentó Andrea.
Pese al esfuerzo de recorrer 28 kilómetros sin importar las condiciones, nunca se dio por vencida y hoy puede contar que tuvo sus frutos. Pero, claro, en el proceso debió contar con gente que la apoyara. “Tengo que agradecerle a los profesores que me apoyaron en este camino. Y quiero resaltar la importancia que tiene la educación pública, porque sin eso yo no podría haber estudiado”, enfatiza.
En la actualidad, la flamante licenciada está terminando una pasantía que le otorgaron en la universidad y trabaja en un estudio contable.
Por qué fueron importantes las mujeres de su familia
Andrea cuenta que fue su abuelo quien la incentivó a estudiar, pero que su abuela Eva fue fundamental en su desarrollo. Se trata de una mujer que no fue al colegio y que siempre trabajó en una chacra carneando animales. Ahora, jubilada, descansa de la dura vida que le tocó atravesar.
A su madre, Sara, también la reconoce como un pilar importante. Ella siempre trabajó como empleada doméstica, y lo sigue haciendo hasta ahora. En cuanto a los estudios, terminó la primaria en la escuela nocturna, a la par que su hija lo hacía de manera regular.
“Fueron mujeres deconstruidas antes de que se hablara de esto. Ellas me marcaron el camino. Lejos de quedarse en su casa mientras los hombres salían a trabajar como era costumbre hace muchos años, mi mamá y mi abuela lucharon por sus derechos”, destaca Andrea.
Andrea considera que entre las tres lograron formar un equipo irrompible. Y aunque ahora las separa algunos kilómetros, siguen juntas por la fuerza, el empuje, la superación y el amor.