Ruca Co, una localidad sobre la costa del Lado Pellegrini, Río Negro, es conocida por sus playas, atardeceres, viajes en lancha, canoas y kayaks, pero no tanto por el rol de las mujeres que viven de la pesca artesanal de tradición familia, como es el caso de Cecilia Vázquez.
Desde que la mujer nació en Las Tortuguita, paraje que aglomera varias casas sencillas -de adobe mayormente-, ha permanecido en el lugar trabajando y viviendo del agua, agrandando aún más su familia: es la mayor de sus ocho hermanos y tiene tres hijos.
En diálogo con Diario Río Negro, Vázquez recordó: “Empecé a pescar de chica y todo lo que sé me lo enseñó mi papi. Iba a la escuela en Cinco Saltos y cuando salía lo acompañaba en la lancha y le ayudaba. Me contaron que cuando era bebé mi papá y mi mamá me llevaban en el bote porque no tenían con quién dejarme. Iba como en un cajoncito de madera, protegida del frío”.
Si bien su sueño era ser maestra jardinera, solo pudo ir a la escuela hasta séptimo grado, pero hubiese querido seguir estudiando. Continuando con el legado familiar, se dedicó a la pesca, trabajo que su madre también realizaba en su momento.
Las aguas del Lago Pellegrini no van hacia ningún lado, este es producto del Dique Ingeniero Ballester construído en 1910. Allí viven truchas, pejerreyes, percas y mucha carpa.
Según contó Cecilia, la pesca allí es una actividad productiva que se hace a pequeña escala y de forma manual, utilizando embarcaciones chicas, a remoto o a motor. Dicho labor requiere poco tiempo de navegación y se lleva a cabo por familias, donde el rol de las mujeres -a pesar de ser fundamental- es invisibilizado.
“Jamás se la reconoció a la mujer pescadora -aseguró-. Mi mami tiene 70 años, siempre trabajó al lado de mi papá y además hacía las tareas de la casa, pero no se la veía. Creo que hoy nosotras aparecemos más reconocidas”.
Cecilia habló sobre un reciente estudio de la Revista de Estudios Marítimos y Sociales (Daniela Truchet y otras), que indica que hombres y mujeres son portadores de los mismos saberes en torno al tema, pero se construyó un imaginario colectivo que ubica a la mujer dentro de las paredes del hogar, destinada a roles reproductivos y tareas pesqueras que reimprimen el trabajo doméstico.
“Mujeres que trabajan en el circuito productivo artesanal no son consideradas como ‘pescadoras’, sino como ‘mujeres de pescadores’”, sostuvo Cecilia. Esto lo que hace es ensanchar el proceso de invisibilización de pescadoras como trabajadoras, profesionales, portadoras de saberes concretos, y como consecuencia se fortalece la dependencia salarial del trabajo del varón.
Pesca artesanal: una actividad productiva, pero sacrificada
La pesca artesanal es una actividad muy sacrificada, expuesta a las desfavorables condiciones del tiempo y sujeta a los vaivenes de lo que el agua quiera dar.
“En la tarde del día anterior vamos al lago a ‘calar las redes’, a sumergirlas en el agua hasta la mitad del lago. Con boyas y plomadas la amarramos a la superficie”, explicó Vázquez al diario. Al día siguiente, antes de las seis de la mañana vuelven a juntar aquello que quedó atrapado.
Acto seguido empiezan a hacer el fileteado y le sacan las vísceras, cola y cabeza, de esta forma queda listo para hacerse milanesa. La pescadora detalló que, por un lado, hay una filetera privada que les compra el producto, y por el otro tienen sus fieles clientes de forma particular.
Cecilia Vázquez: una de las mujeres de agua
Pu Zomo Co quiere decir “mujeres de agua” en mapuche, ¿qué es esto? El grupo de ocho mujeres que integra la trabajadora de 48 años, quien a su vez lo describe como una experiencia que no existe en el país.
Dicha iniciativa comenzó en 2020. durante la pandemia del COVID-19, gracias al labor en conjunto de distintas áreas del Estado municipal y provincial. Es uno de los cuatro proyectos que hay en Río Negro del plan nacional “En nuestras manos”, destinado al desarrollo rural de mujeres de la agricultura familiar, campesina e indígena y de pesca artesanal, claro.
En este marco, recibieron las llaves de un edificio en comodato y financiamiento para que puedan tener su propia sala de procesamiento de productos alimenticios. El objetivo descansa en agregar valor a la carne de pesca y elaborarla en forma asociativa conservas o hamburguesas para venderlas luego y obtener mayores ganancias en la actualidad.
De esta forma, Cecilia sostuvo: “El proyecto nos permite ser dueñas de nuestro propio producto. Vamos a tener una planta de elaboración y procesamiento de pescado que nos permitirá agregar valor a lo que ya tenemos”, finalizó la pescadora.