Malvinas atravesó a todas las generaciones que fueron contemporáneos al conflicto armado, grandes y chicos por igual.
Para los adultos fue la angustia y el horror de tener un hijo, un familiar, un amigo o conocido defendiendo las islas, con escasas noticias que llegaban a cuentagotas. Jóvenes que se hacían hombres bajo la niebla, la turba y el barro; volviéndose de golpe y porrazo, sin imaginarlo, en habitantes de la lluvia, el frio y el barro de unas islas que juraron defender.
Para los más chicos Malvinas fue la primera noción de lo que significaba la Patria, esas cosquillas que en circunstancias especiales nos atraviesa el cuerpo, ese tatuaje invisible que se lleva en la piel y que late como si tuviese vida propia cada vez que escuchas su nombre, a la distancia o en una lengua que no entendés.
En los recreos de las escuelas se jugaba a la guerra como antes a la mancha. Nadie quería ser inglés, todos eran argentinos y luchaban contra un enemigo imaginario; mientras que allá en las lejanas islas Malvinas, la imaginación era un lujo que la realidad aplastaba y las pesadillas se materializaban.
“Tras un manto de neblina” cantaban fuerte y alto los niños cada mañana antes del inicio de clases, y mandados por las escuelas, las instituciones o las familias; escribían cartitas para los soldados de Malvinas.
Una de esas cartas llegó desde Tres Arroyos a las Islas, la escribió de puño y letra María Melián. Tenía 13 años.
El héroe
Héctor Sergio Urbieta, nació en Corrientes. Tenía 19 años cuando le tocó en suerte formar parte de uno de los primeros batallones que arribaron a Malvinas luego de desatado el conflicto. Fue artillero y luego, en Puerto Argentino, trabajó en la descarga de los aviones Hércules que trasladaban insumos y armas y que también se usaba para trasladar a casa a los combatientes heridos.
Una tarde, mientras realizaba su trabajo, un papel transportado por el frío y constante viento malvinense se le pegó al pecho. Era una carta. Decidió guardarla para leerla luego, con mayor tranquilidad.
Pasadas las tareas y las horas, sacó la carta del bolsillo y se dispuso a leer. Aquellas palabras de la pequeña María, fueron para Héctor como la calidez del sol sobre el rostro, en una época y en un lugar donde el sol brillaba por su ausencia, tanto en el cielo como en el alma.
Guardó la carta y decidió responder. Inició pidiéndole disculpas, ya que la carta de María estaba dirigida a “algún marinero” y él era apenas (o nada más y nada menos) que un soldado raso de tierra.
Le contó que tenía 19 años y un año de instrucción en el Servicio Militar, que eso lo ayudaba a desempeñarse con altura en las circunstancias. Le contó quien era y de donde era, que estaba defendiendo a su patria y que haría todo lo posible para que las Malvinas sean argentinas.
Héctor conservó la carta de María hasta que le fue arrebatada cuando cayó preso de los ingleses.
El contacto epistolar continuó. María escribió tres cartas y recibió dos respuestas de Héctor.
Luego el contacto se detuvo durante un tiempo. La llegada de la tecnología volvió a relacionar a los protagonistas, primero a través de Facebook, para darle paso luego al Whatsaap y a las llamadas telefónicas constantes.
A partir de ese momento la comunicación nunca perdió su reciprocidad en 42 años.
La niña
“Todavía recuerdo la cara del cartero que me trajo la primera carta de Héctor – cuenta María Melián – yo tenía 13 años, escribí con la ilusión de que la carta llegará a las Islas, pero la esperanza de recibir una respuesta no era mucha”.
En esa época se estilaba esperar al tren que pasaba por Tres Arroyos rumbo a Buenos Aires y entregarles cartas para los combatientes, así lo hice yo.”
“En aquella época no era muy consciente de lo que significaba ese contacto epistolar. Entendí con los años que me estaba comunicando con un chico de 19 años que estaba defendiendo a la patria, por su forma de escribir parecía que tenía 40 o 50, pero era un pibe de 19 años, apenas mayor que yo.”
En las otras cartas que recibí, no me contaba mucho de la guerra, escribía sobre cosas más personales o banales, creo que para él era como un cable a tierra, una manera de olvidarse donde estaba”.
“A pesar de no conocerlo personalmente, en todos estos años a Héctor siempre lo consideré parte de mi familia. Él se reía cuando se lo decía porque a él le pasaba lo mismo. En todos estos años nuestro vínculo y nuestro cariño mutuo fue creciendo.”
La sorpresa
Para que exista una sorpresa es necesario dos cosas: cómplices y una excusa. Las excusas pueden multiplicarse, ir entretejiéndose a medida que surgen inconvenientes que pueden dar por tierra la sorpresa.
Hay también un tercer elemento imprescindible: cariño y admiración por la persona homenajeada o a la que se busca sorprender.
La segunda parte de esta historia comenzó a forjarse a principios de 2024 cuando el Museo Mulazzi llevó adelante la muestra del colectivo Malvinas Siempre que coordina la fotógrafa Rosana Greco.
En aquella ocasión María Melián hizo por primera vez referencia a su intercambio epistolar con Héctor y causó sorpresa entre los presentes saber que, tras 42 años de aquel primer intercambio que continuó a través del tiempo, los protagonistas no se conocieran personalmente.
Fue la periodista Adriana Gaitán quien lanzó al aire como un chiste la idea de “caerle por sorpresa a Héctor, en su Santa Fe adoptiva.
Luego de la Guerra, Héctor Urbieta se instaló en Chañar Ladeado.
A su regreso de las Islas, habrá sentido la euforia inicial, el merecido recibimiento como héroe nacional que a sus 19 años se había ganado a pulso, sin desearlo ni buscarlo, pero asumiendo la responsabilidad que le tocó en suerte.
Luego llegó el olvido y el silencio del Estado y la sociedad. Héctor, quizás, como miles de excombatientes, se habrá sentido un paria dentro de su propia casa, ninguneado por la sociedad, no por mero menosprecio hacia él o sus pares, sino por vergüenza; al fin y al cabo, fue una gran parte de la sociedad argentina quien llenó las plazas del país arengando una guerra que le dio el empujón que necesitaba la Dictadura Militar, para guiarnos a un conflicto absurdo, evitable y demencial.
Pero, el tiempo, aliado de las causas nobles, volvió a poner las cosas en su lugar y hoy Héctor lucirá con orgullo bien ganado, ese DNI que lo identifica como héroe nacional y excombatiente de Malvinas y su historia vuelve a relatarse bajo oídos atentos.
Héctor Urbieta, luego de la guerra, prosiguió con su vida. Trabajó en el Banco Nación, fue además plomero y gasista. Se casó, tuvo 4 hijas, 11 nietos y dos bisnietos. La vida le regaló un futuro que quizás no se atrevió a soñar durante algunos meses de sus 19 años.
Durante la guerra un soldado no piensa en el futuro. Vive en un continuo presente, y frente a sus ojos hay un velo negro que le impide ver más allá de un pulso que late segundo a segundo. Todo se resume al disfrute de la última bocanada de aire y al deseo de que exista la siguiente; no hay nada más allá del parpadeo de los ojos que se cierran y se abren.
Volviendo a la historia, tuvo que pasar un tiempo más para que Rosana Greco materializara, a través de un trabajo fotográfico que convirtió en video, las vivencias de María y Héctor.
María Melián fue la encargada de hacerle llegar a Héctor ese video; y Héctor quien ya estaba en contacto con el colectivo “Malvinas Siempre” a través de Facebook, se puso en contacto con Rosana Greco para idear juntos una sorpresa para María.
Para que la sorpresa no se dilate más de lo necesario ni caiga en el olvido, Héctor y su esposa Vicky establecieron la fecha: estarían en Tres Arroyos el 11 de octubre.
Los chat entre los organizadores iban y venían, las ideas para la sorpresa eran muchas y la decisión final fue realizar un asado del colectivo “Malvinas Siempre”.
Con la idea del “Asadito Malvinero” ya resuelta, fueron sumándose cómplices para la sorpresa final.
Un golpe de suerte le dio el broche de oro a la organización.
Durante ese fin de semana se llevaría a cabo en Tres Arroyos el Encuentro Nacional de Fiat 600. Por ese motivo el colectivo “Malvinas Siempre” se puso en contacto con el veterano de guerra José Gabriel Marín, oriundo de Mar del Plata, para invitarlo al “Asadito Malvinero”.
Marín, suele ser un fiel participante de los Encuentros de Fiat 600 que se realizan a lo largo del país. Su automóvil alusivo a las Islas Malvinas es reconocido en todas partes, es además auxiliar en una escuela de Batán.
El plan cerraba por todas partes. Marín actuaría como un periodista que cubriría, aprovechando su estadía en Tres Arroyos, el “Asadito Malvinero” para realizar un proyecto escolar.
El encuentro
Unos días antes del encuentro, un problema de salud pasajero de María Melián, pero que requería algunos días de reposo, puso en jaque toda la organización.
Fue su esposo Fabián Pierini quien, al tanto de la situación, comenzó a insistirle para que asista, intentando no delatar ningún detalle de la sorpresa. Él la acompañaría y la cuidaría si ella estaba dispuesta a ir.
La periodista Adriana Gaitán fue quien le terminó de dar a María el empujoncito final cuando le comentó que durante el asado le realizarían un homenaje sorpresa a Rosana Greco por su incesante trabajo sobre Malvinas.
María entendió que debía estar presente, no podía dejar de participar del “homenaje a Rosana”.
Tal como estaba acordado, María y Fabián fueron los últimos en llegar al encuentro. En un momento uno de los participantes le solicitó a María que leyera aquella carta que le envió Héctor en aquel lejano 1982, para que el “periodista” Gabriel Marín pudiese capturar el momento para su proyecto escolar.
María comenzó a leer, y al recorrer con los ojos y pronunciar con su boca el nombre de Héctor Sergio Urbieta; Héctor, como el alumno aplicado que responde a su maestra, dijo presente atravesando la puerta.
Un abrazo que tardó 42 años en llegar por fin se concretaba.
El resto del relato carece de sentido. Basta ver la foto de ese mágico momento que logró retratar Rosana Greco.
“Fue un momento maravilloso, fue cumplir un sueño – nos mencionó María y prosiguió - Quiero agradecer a mi esposo y a la mujer de Héctor porque nos permitieron disfrutar de ese momento. Entendieron nuestro abrazo, nuestro cariño mutuo, nuestras muestras de afecto. Era un cariño que llevábamos guardado y necesitábamos tanto expresar”.
VTA: Solo falta cumplir el sueño de viajar juntos a Malvinas.
- “No por ahora. Quizás algún día cuando las Malvinas sean en el papel nuevamente argentinas nos demos un nuevo abrazo en las islas.
Para finalizar la historia, Héctor decidió dejar a resguardo de “Malvinas Siempre” las cartas que María le envió hace 42 años, él ya no las necesita porque lleva su historia y el abrazo de María tatuados en el alma para siempre.