En las carpas salteñas ya se vive con todo el carnaval, un festejo que mezcla culturas, pero que tiene fuertes reminiscencias de culturas ancestrales. Desde ayer domingo turistas y salteños se divierten al ritmo del carnaval con las caras enharinadas y el cuerpo pintado con témpera.
Los festejos y costumbres son numerosos y variados, desde las carpas y los corsos de disfraces, hasta los topamientos de comadres y compadres, se vive esta fiesta que incluye cantos, bailes populares, juegos de pechadas, encuentros de cajero y el desentierro y entierro del diablo Pujllay que complementan estas celebraciones populares, con antecedentes que se remontan a fines del siglo XIX.
Los carperos participan del festejo con la cara llena de harina, y sobre las mesas se presenta la albahaca, que simboliza lo fugaz de la fiesta: cuando ésta se marchite, el Carnaval habrá terminado.
Además de las distintas carpas, destacan los Corsos de Flores de Cerrillos y los Corsos Color de Orán y Tartagal. En la Puna, en el Encuentro de Integración Cultural y Provincial del Carnaval Andino, las protagonistas son las comunidades con los topamientos de comadres y compadres alrededor del mojo, el lugar sagrado donde desentierran al diablo para comenzar el Carnaval y homenajear a la Pachamama.