Sebastián Inzúa nació en Córdoba y creció en Arias, un pueblo pequeño al sureste de la provincia de Córdoba, donde su familia es dueña de una farmacia. Y fueron tal vez estas circunstancias lo empujaron a seguir los pasos de su madre y estudiar la carrera de farmacéutico. Sebastián trabajaría luego en el negocio familiar, aunque sus inquietudes le tenían deparado un futuro muy diferente, que jamás podría haber imaginado.
A principios del año 2016, con 26 años, Sebastián tomó una decisión que cambiaría su vida, decidió unir Ushuaia y la Quiaca en bicicleta. Para esto modificó su bici de siempre y se tomó un avión a Ushuaia, con escala en Buenos Aires. Este fue su primer vuelo, y el único hasta ahora.
Así comienza la travesía de Sebas, y en su bicicleta adaptada con dos portaequipajes para llevar las alforjas, cargadas de miedo y coraje, partió con rumbo a Neuquén y Mendoza, atravesando los hermosos paisajes del sur, tanto argentinos como chilenos. Pero es en esta instancia cuando, en lugar de continuar hacia la Quiaca, el corazón se Sebas le pide retornar a su pueblo a visitar a su familia y amistades. Es justo entonces cuando se produce un encuentro que cambiará su vida.
Volviendo a casa Sebas conoció a un perro abandonado que no estaba viviendo sus mejores días. En palaras de Sebastián: "Así que se lo pregunté, me sonrió. Le dije: ¿querés que viajemos juntos? Me sonrió, todavía no habla, pero me sonrió. Así que nos vamos a hacer amigos, con él". Es entonces que Sebas lo nombra Ngurú, que quiere decir "zorro" en mapudungun, la lengua mapuche, y a partir de entonces ya serían inseparables.
Sebas y Ngu regresaron a Córdoba, donde pasaron un año curando y adiestrando a Ngu, perfeccionándose en montañismo, y adaptando la bicicleta para poder emprender una nueva travesía hacia el norte, esta vez juntos.
El 18 de enero de 2018, hombre y can emprenden el viaje, llegan a Mendoza y comienzan a subir por la Ruta 40, atravesando San Juan, La Rioja, Catamarca y Tucumán. Sebas y Ngu alternan ruta con ascensos de montañas que los van fogueando.
Sebas deja la bicicleta en Belén y se quedan una temporada en Chilecito. Y Tras trabajar en las Sierras de Famatina y dejar que el verano se lleve sus calores agobiantes se reencuentra con Eluney "regalo del cielo" cómo él llama a su bicicleta, en Belén, Catamarca, y suben por la ruta provincial 38 hasta Laguna Blanca, donde intentan su primer cerro de 6 mil metros, pero deben abandonar a metros de la cumbre por el violento viento que los azotaba.
Así es que siguen hasta El Peñón y luego Antofagasta de la Sierra, donde se alojan con aventureros de la zona y Sebas puede dedicar tiempo a trabajar en la novela que está escribiendo. En este trajinar forjan amistades con viajeros y pobladores de La Puna, cuya hospitalidad, fortaleza y resiliencia marcan a Sebas y lo ayudan a valorar las cosas simples que tiene la vida.
Días después y casi sin quererlo, Sebas y Ngu coronaron uno de los picos de la cumbre sur del Volcán Antofalla, donde el altímetro marcaba 6300 metros, "la Pacha nos bendecía con un día calmo donde la brisa parecía traernos un puñado de oxígeno de vez en cuando. Ngu jugaba con la nieve mientras el sol se vestía para irse a dormir."
Luego de pedalear por Botijuela y Antofallita, Sebas y Ngu entraron a Salta por uno de sus lugares más desolados, el Salar de Arizaro, el tercero más grande de América. Es al día siguiente que los aventureros se topan con el imponente Cono de Arita, y tras recorrer 85 kilómetros de rutas salinas, llegan al pueblo minero de Tolar Grande.
Con frío, manos resecas y sabañones en las manos, continúan su travesía por la puna salteña, surcando el maravilloso Salar de Pocitos, pasando por Olacapato y las faldas del volcán Quehuar, hasta por fin llegar exhaustos a San Antonio de los Cobres, con el único deseo de una ducha y un lugar para dormir.
Es en esta etapa donde acometen una de las más grandes proezas de su viaje: el Acay. Luego de debatirse entre el Tuzgle y el Acay, se decantaron por este último gigante y emprendieron el camino hacia la cumbre, que tras el duro recorrido lograron coronar con sus 5.950 metros sobre el nivel del mar.
En el Acay, pero esta vez en el Abra, Sebas y Ngu tocaron el cielo con las manos al alcanzar el "Aconcagua de los ciclistas", el techo de la Ruta 40, pedaleando a casi 5.000 metros de altura, en medio de vientos intensos que amenazaban con voltearlos de su cabalgadura.
En el descenso, accidentado por pinchaduras, vadean el río Calchaquí varias veces, y pernoctan en el paraje Saladillo y la Poma, hasta llegar a Cachi, un destino amigable que les permite relajarse para recobrar fuerzas, y donde jóvenes curiosos de aventuras los invitan a un asado.
Sebas se propone juntar dinero para poder reemplazar la cubierta maltrecha por la aventura puneña, y para esto ofrece llaveros de bicicletas, junto con sus entrañables historias de viaje y una sonrisa que nunca parece cansada. La gente se solidariza desde la admiración por la aventura, lejos de la compasión. "No somos ningunos héroes por viajar de este modo ni reclamamos beneficios por ello, simplemente es nuestro modo de andar, ni peor ni mejor que cualquier otro", reflexiona Sebas.
Por fin, luego de dos meses el dúo aventurero se preparaa para abandonar la Puna y, en compañía de un colega brasilero, pedalean por la infinita recta del Tin Tin, y ya en la Cuesta del Obispo se aventuran por los paisajes mágicos de Valle Encantado "a empaparnos de un paisaje onírico en estas tierras donde cóndores, patos, garzas y otras aves surcaban los aires y las aguas, de regreso contemplamos la inmensidad del cerro Malcante y en la casita preparamos una abundante cena", describe Sebas.
Finalmente se descuelgan de la Puna, y se despiden del frío seco y flojo de oxígeno, de los cardones y la piel reseca, de la aridez y los cerros desnudos, para toparse con el verde y con la humanidad aglomerada de las grandes urbes.
A pocos kilómetros de Salta, en el pueblo de San Luis, amistades reciben a Sebas y Ngu luego de su colosal trayecto, los reciben en una cabaña donde podrán descansar y procesar su aventura. En palabras de Sebas "decantando lo vivido y condensando nuestras andanzas en palabras que disimulen la nostalgia puneña que nos habita, como si fuera posible."
El proyecto de Sebastián se llama Rodar Tierra, un recorrido por Argentina para conocer sus diferentes realidades, costumbres, personas, paisajes, su presente. Motivando a personas que se animen a concretar sus deseos de viajes, incentivar el uso de la bicicleta como medio de transporte sano y ecológico. En sus perfiles de Facebook e Instagram comparte imágenes e historias de sus aventuras.
Ahora disfrutan de los atractivos de Salta, explorando sus alrededores sendereando y animándose a la escalada en roca; pero con la mirada fija en Jujuy, la provincia que deben cruzar para completar la ruta que van marcando en el gran mapa de Argentina.