Una de cada diez parejas jóvenes rosarinas tuvo entre una y seis episodios de violencia física el año pasado. Así se desprende de un trabajo de investigación realizado por la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Rosario (UNR).
Para la investigación sobre noviazgos violentos fueron entrevistados 753 jóvenes de entre 18 y 30 años, de clase media, nivel secundario completo y/o superior que residían en el Gran Rosario y se encontraban en situación de pareja.
El análisis de los datos mostró la exposición a un contexto de violencia contribuye a naturalizarla y amplía las posibilidades de ser agresivo o victimizado por la propia pareja, de acuerdo a la identificación familiar que vaya asumiendo cada sujeto.
De hecho, comportamientos similares a los observados en los padres tales como marcharse, dejar de hablarse, gritar, llorar, insultar, tirar o golpear objetos, empujar, o golpear, tienden a replicarse en la propia relación, y predicen el 35% de la violencia ejercida y el 37% de la victimización.
"Quienes describen experiencias de haber ejercido violencia, no la habían conceptualizado como tal en un principio, y atribuyen el origen y repetición de la misma a factores individuales más que culturales y sociales. En tanto, la mayor violencia de género se asocia a una menor autoestima y mayor depresión", sostiene la investigación publicada en el sitio de la UNR.
Estas conductas, según explicó la psicóloga Graciela Bragagnolo, son justificadas a través de ciertos mitos del amor romántico para continuar con la relación de pareja disfuncional y las asimetrías de género.
"Se trata de una red de creencias que contribuyen a la naturalización de la violencia en la pareja tales como: 'Una persona puede quererme y, al mismo tiempo, hacerme sufrir o tratarme mal', 'La fuerza del amor lo puede todo. Él/ella es el amor de mi vida. A pesar de todo, lo/la quiero y me quiere'; 'Los celos de mi pareja son una señal de que me quiere y de que le importo mucho'", enumeró.
Bragagnolo manifestó que la violencia incipiente en el noviazgo quiebra el espacio de confianza y seguridad, fundamental para construir presentes y futuros compartidos. "Si en la intimidad no hay respeto, cuidado y apoyo, el afecto no puede circular con fluidez en los vínculos. La seguridad y la paz también tienen que ser construidas en la vida de cada día", afirmó.