Carina Villafañe Batica es historiadora aeronáutica, y la reconstrucción del Junkers F13, el primer avión en realizar el vuelo desde Córdoba a Miramar de Ansenuza, la llevó a desempeñarse en un plano donde los hombres son mayoría, es más, es la única mujer del equipo.
En el mes de diciembre, en Miramar se descubrió una placa al conmemorarse los 150 años de aquel primer vuelo, la que fue dispuesta en los jardines del Museo del Gran Hotel Viena, participando el historiador alemán Olaf Bichel.
"Miramar tenía vuelos semanales, vuelos que permitían el conocimiento para la población de lo que era la aviación. La gente llegaba a la localidad por las propiedades del fango de la Laguna. Científicos alemanes habían elaborado informes sobre las propiedades terapéuticas de las aguas de la Mar Chiquita, lo que junto a la incipiente población alemana en la región, hizo conocidos en Europa los beneficios curativos, y por ello llegaba a Miramar gente de Alemania a curar sus enfermedades", explica la historiadora.
Su amplio conocimiento en este avión de origen alemán, donde la firma Junkers ha sido pionera a nivel mundial en la fabricación de los aviones de duraluminio corrugado; la llevó a la fábrica de aviones de Río Cuarto donde trabaja con muchos mecánicos, "en un ambiente duro, de trabajo duro", donde aún no se logra dilucidar el destino del duraluminio para realizar todo el fuselaje y se mantenga la originalidad de la nave.
Carina investigaba el accidente aéreo de Myriam Stefford y la misión Junkers, de allí se le solicitó la opinión sobre cómo podría restaurarse el Junkers, lo que generó una gran compulsa dentro de las instituciones alemanas, decidiéndose que sí se podía asesorar a nivel histórico nada más.
El convenio es entre la Fuerza Aérea Argentina y la Federación de Asociación Argentino-Alemana, que incluye a varias instituciones que han permitido los documentos y apoyo financiero para comprar los elementos que permitan la restauración.
El avión va a colocarse en el Museo Nacional de Aernáutica de Morón, después de haber estado expuesto en Ezeiza. La restauración se realiza en los talleres de Río Cuarto, que fueron elegidos por su pericia.
A nivel personal, la historiadora reconoce que tuvo que pasar por momentos difíciles, escuchando distintos comentarios ofensivos por su sola condición de ser mujer. Su estudio del alemán la ubicó en la base aérea de este proyecto, donde además debe conocer de motores y también del fuselaje.
"Para mí es muy importante formar parte de ese equipo de mecánicos. La base aérea es una de las más grandes del país, lo cual me llena de orgullo. Hay que amar la aviación para poder desarrollar este trabajo, de mucho silencio y agresión", asumió la historiadora.
"Al principio fue difícil, muy difícil. Hubo burlas y palabras de más; hoy todo eso no podría ser porque estamos en la vigencia de la violencia de género. Yo lo tomé con mucho silencio, defendí el avión, soporté que dijeran cómo puede ser que yo hablara alemán, y bueno, me formé en un colegio alemán; o que cuestionaran que no hubiera un hombre a la cabeza pero no hay un historiador que hable alemán y porque así se determinó", detalló con el dolor de la herida aún abierta.
"He vivido esas circunstancias en silencio, pese a la brutalidad de las palabras, y creo que lo que importa es seguir adelante, saber que eso existió, pero dejarle a las próximas generaciones a las chicas que quieran ser historiadoras, el mensaje de que lo pueden hacer, que hay un precio que se paga, pero es bueno decir Lo Hicimos", reflexionó con entereza, sabiendo que lo peor ya pasó y que hoy muchas cosas cambiaron.
En un entorno complicado, donde algunos hombres aún no aceptan estar bajo las órdenes de una mujer, Carina supo hacerse su lugar, superando malos momentos y rescatando logros diarios de respeto y valoración personal.