José Varela Geuna es el juez de Niñez, Violencia Familiar, Género y Penal Juvenil de Río Cuarto. El pasado jueves 17 de diciembre fue su último día de trabajo ya que se jubiló, pero no sin antes firmar su última sentencia en los Tribunales de esa ciudad. Su actividad concluyó con una esperanzadora decisión que consolidaba una nueva vida para tres pequeños que se encontraban en condición de adopción.
Cuando Varela Geuna hizo conocer sus decisiones, los chicos hicieron retumbar sus opiniones en la sala. “Esto es para siempre, esto es para siempre”, dijeron con alegría. Tres años atrás, la Secretaría de la Niñez, Adolescencia y Familia (Senaf) de la Provincia los había conectado con esta mamá y papá provisorios, tras haber sido retirados del hogar materno. Esa familia de acogimiento los cuidaría hasta que resolviera que otra los adoptara.
Antes del novedoso fallo, la mamá natural de los chicos había cedido su tenencia tras un penoso historial de consumo problemático de drogas. Pero además, la joven mujer era víctima de una situación de violencia de género que le impedía, a ojos del Estado, dar contención a sus hijos. Sin embargo, con apego a las criaturas, buscó acompañar a sus hijos durante todo el proceso y encontrar el mejor destino para ellos.
El trámite se fue extendiendo y lo que iban a ser unos 15 días se convirtieron en años. Los organismos estatales no lograron el proceso de revinculación dado que el entorno familiar primario era por demás complejo, según entendieron los especialistas que tramitaron cada etapa del proceso.
Pero luego, los trámites y los tiempos administrativos estuvieron a punto de dejar esta historia al borde del desastre. Ocurrió que la Senaf pidió que los niños sean dados en adopción a una familia ingresada en el Registro Único de Adopción (RUA). Pero tal proceso, de acuerdo a lo que interpretó ahora el juez en su fallo, iba a implicar una nueva instancia de socialización innecesaria, según el interés superior de los niños.
Finalmente, Varela Geuna resolvió dar en adopción a los niños y declarar la inaplicabilidad del artículo 616 del Código Civil y Comercial de la Nación. De este modo, quedó prescripta la necesidad de iniciar un juicio de adopción. En relación al fallo, las abogadas patrocinantes de la familia, Vanina Lamberti y Romina Scocozza, sostuvieron a La Voz que “la sentencia del juez Varela Geuna demuestra la importancia de la adaptación de los tiempos y las formas de la Justicia a la necesidad de los niños”.
La palabra de una de las pequeñas
Cuando la desición fue comunicada, el juez les dijo: “Hola, soy José, el juez para los Niños. Les quiero contar que me gustó mucho conocerlos y he decidido que se queden para siempre con Mara y Andrés, formando una familia y un hogar, ellos van a cuidarlos siempre porque los aman mucho”.
Al finalizar la instancia judicial, la mayor de los niños pidió hablar con el magistrado. Nadie sabía lo que iba a expresar, según contaron fuentes próximas a la causa. Y cuando sus palabras se pronunciaron la emoción se apoderó del ambiente. “Para esta Navidad no quería un árbol lleno de palabras, quería tener uno con esta familia y con este amor”, agradeció la niña.
Una Justicia que debe adaptarse
Según la mirada compartida por ambas letradas, “es un logro” para que la realidad empiece a encontrar moldes en la administración de justicia. “Una Justicia y una Senaf desconectada con la realidad y del sistema que debe cuidar no es para nada conveniente. Acá encontramos lo opuesto: un juez que utiliza lenguaje y tiempos acordes a la realidad de los niños, por más que fueran los adultos quienes emprendieron el proceso”, destacaron.
Historia de adopción
Mara y Andrés, los papás de adopción, hablaron con La Voz y dijeron: “Nosotros hace varios años formamos parte del programa de la Senaf ‘Familia para Familias’. Habíamos pasado por otra experiencia de acoger a niños en situación de vulnerabilidad, pero de edades más avanzadas. Además, tenemos dos hijos más grandes, de 14 y de 21”.
Cuando decidieron formar parte del programa el objetivo estaba claro: buscaban “ayudar a niños y adolescentes en situaciones difíciles”. Y así lo hicieron: en la experiencia anterior, fueron testigos y hacedores de la revinculación entre los adolescentes y su familia de origen.
Pero a diferencia de aquella primera vez, en esta ocasión la Senaf tocó las puertas del hogar en 2017 y al abrir había dos hermanitos pequeños. Un bebé de un año y su hermanita, de cuatro. “La casa cambió por completo en cuestión de días, porque hacía años que no había bebés de esa edad”, destacaron los adultos. Al cabo de algunos días, los actuales padres adoptivos supieron que había una niña más. Atentos a la situación, consultaron por las circunstancias que atravesaba la hermana que había quedado afuera de la familia.
“En las primeras revinculaciones ella iba a los encuentros. Era emocionante, porque había amor de hermanos. La más grande extrañaba muchísimo a los otros, pero los tres comprendían lo que estaba pasando porque se lo explicábamos”, contó Mara.
Finalmente, el Estado unió a los tres hermanos que comenzaron a vivir en aquel nuevo domicilio. Durante ese periodo, las instituciones intentaron sin resultados óptimos restituir la unión de la familia primaria. “Los niños crecían y veían a su mamá siempre que se podía, porque la idea era esa. Pero el tiempo siguió transcurriendo sin que la situación de ellos tres se resolviera”, recordó Andrés.