Carta abierta al Señor Omar Perotti (y la sociedad)

Una profesora de Lengua y Literatura envió a Via Rafaela el texto, que se reproduce a continuación.

Carta abierta al Señor Omar Perotti (y la sociedad)
Omar Perotti dijo que la propuesta salarial a los docentes es "inalterable"

Usted seguramente no lo recuerde, pero nos conocimos en mi adolescencia.

Yo era una estudiante entusiasta de quinto año, que había ganado la medalla a “mejor alumna”, no sólo por cubrir los requisitos cuantitativos, sino también por mis valores, mi compromiso y actitudes (según las profesoras que me escogieron para recibir tal galardón). Uno recuerda esas cosas tontas, cuando ya desde niña le otorgaba un valor incuestionable a la educación. Recuerdo que nos recibieron en el edificio de la Municipalidad de Rafaela, cuando usted aún era intendente. Recuerdo haberme emocionado porque ante mi mirada joven e inocente, al fin alguien, y con etiqueta de importancia, recibía a los “nerds del aula”, y los valoraba por aquello que muchos otros los despreciaban. Me comí sin tanta vuelta el cuento. Creí que al gobierno le importaba la educación, que respaldaba a los jóvenes que estudiaban y tenían valores. Éramos el futuro.

Alguna que otra vez nos volvimos a cruzar… yo estaba terminando la secundaria y ya trabajaba pensando en solventar mis estudios el año siguiente. Creo que me reconoció, porque me saludó afectuosamente, y nuevamente lo miré sorprendida. Un político me recordaba por haber hecho las cosas bien.

Hoy soy docente, y me pregunto con amargura qué pasó… aunque hoy, ya bastante más adulta, puedo saber algunas respuestas.

Qué pasó con aquel intendente que me hizo creer que valoraba la educación ante todas las cosas. Que sólo con ella un país puede salir adelante.

Hoy soy docente y debo sobrevivir el mes entrante con menos de la mitad de mi sueldo. Soy una trabajadora igual como lo son otros, que hoy ganaron el derecho de un aumento del 82 por ciento y un bono de una suma muy considerable como regalo por su día. ¿Sabe usted, señor gobernador, qué nos regalaron a nosotros, los docentes, en nuestro día? ¿Lo saben ustedes, vecinos de mi ciudad, compatriotas? Los maestros, maestras y profesores, el 11 de septiembre, recibimos el regalo de la publicación de los descuentos en nuestros sueldos, por los días de paro realizados. Un gobierno que ganó en las urnas por flamear durante su campaña la bandera del Peronismo (régimen político de carácter populista, es decir, que buscaría defender los intereses generales del pueblo a fin de alcanzar el bienestar común), hace oídos sordos y vista ciega al derecho de huelga que claramente está expuesto en nuestra Constitución Nacional. Cito artículo 14 bis:

“El trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador: condiciones dignas y equitativas de labor, jornada limitada; descanso y vacaciones pagados; retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual remuneración por igual tarea;(…); estabilidad del empleado público; organización sindical libre y democrática (…)

Queda garantizado a los gremios: concertar convenios colectivos de trabajo; recurrir a la conciliación y al arbitraje; el derecho de huelga…”

A su vez, la Ley Nº 20.744 de Contrato de Trabajo establece la protección del Derecho a huelga en varias partes de sus artículos 243, 244 y 245. Especialmente, el Artículo 244 reza: “El empleador no podrá concertar durante el tiempo de duración de la huelga u otras medidas de acción directa aprobadas por la organización sindical pertinente nuevos contratos de trabajo que tiendan a sustituir o reemplazar en su cargo al trabajador, ni adoptar medidas disciplinarias en su contra…”

También la Ley N.º 10.579 Estatuto del Docente establece en su Artículo 7 que son Derechos del personal docente “el ejercicio sin trabas de todos aquellos Derechos que son inherentes a su condición de ciudadanos”. Y la Ley 13.688 en su Artículo 93, reza: “A la libre asociación y al respeto integral de todos sus Derechos como ciudadanos” y en el Inciso h: “A participar en la actividad gremial”.

De más está decir que lejos se encuentran sus decisiones de generar el bienestar común. Padres, madres, familias que nunca tuvieron un educador en casa y por eso desconocen muchas aristas de su realidad, hoy se toman el trabajo de juzgar, señalar con el dedo y escupir odio contra los docentes que conviven con sus hijos e hijas más horas en las aulas que ellos mismos en sus casas. Ya he dicho en líneas más arriba que desde mi adultez puedo entender algunas cosas. Entiendo que, justamente, eso buscan. En todo conflicto es necesario demonizar a alguna de las partes involucradas. No será el gobierno ni el nefasto sistema educativo el malo de la película. Seremos nosotros los que, a ojos de los de afuera, les quitamos el derecho a educarse a los niños y jóvenes. ¿Analizaron alguna vez, siquiera, que si las paritarias (que también son derecho) se harían antes de comenzar el ciclo escolar, no sería necesario llegar a tomar estas medidas de fuerza? ¿Pensaron que si el gobierno dejara de ningunearnos, no sólo por el sueldo muy por debajo de la inflación anual, sino por declarar cambios y acciones que pisotean cada vez más la calidad educativa, los trabajadores de la educación no necesitaríamos llegar a estas instancias?

Repasemos: mientras la inflación anual en el país es de un 99,6 por ciento (consultora EcoGo) el gobierno de Santa Fe ofrece a los docentes:

  • un aumento del 20 % en septiembre (dentro del cual se encuentra un 8% ya arreglado en paritarias anteriores, es decir, para quien quiera entender, es un 20 mentiroso), ya perdido por no haber aceptado la propuesta, siendo mes terminado.
  • Más un 7% en octubre, 7% en noviembre y 5% en diciembre.

Cualquiera que se encargue de ir al supermercado en la actualidad argentina, comprenderá el chiste de la propuesta.

Tal vez no sepan, incluso, que venimos de un 2020 donde el aumento fue cero. Así es, nada. La Pandemia sirvió de excusa.

Seguramente tampoco sepan que el Estado nos paga gran parte de nuestro sueldo en negro. Gran ejemplo el padre de los empleadores.

Y, como dije antes, no sólo está la cuestión salarial. A la par, pero a espaldas de nosotros, se va tejiendo una ley que decreta la no repitencia escolar, sin ni siquiera analizar el contexto tanto edilicio como estructural de organización horaria y/o disposición de trabajadores activos, que no están en las más mínimas de las condiciones para poder poner en marcha esta locura. Como siempre, saldrá la bella propaganda del “Estado presente”, que dirá que en conjunto con sus trabajadores de la educación y con la escucha de las voces de nuestros jóvenes, se tomó la decisión de cambiar el Plan educativo, en pos de la mejora de una sociedad equitativa, plural, inclusiva… etc. Puras mentiras. ¿De verdad algunos cráneos del Ministerio de educación, creerán que con una encuesta que nos obligaron a poner en práctica, mal producida desde el vamos (todo docente que la hizo puede dar fe de los errores que contenía en su confección), y cuyas preguntas iban claramente y estratégicamente dirigidas a una sola respuesta, cubren la parte de nuestra participación en las decisiones? Decisiones que, creo, deberían involucrarnos, por ser ni más ni menos, quienes trabajan en las escuelas todos los días, mientras estos cráneos, pobres títeres de un gobierno que los usa para sus intereses, calientan sillas en un sistema kafkiano (¿o dantesco, debería decir?) por un sueldo mucho más superior al de los trabajadores.

Sin intención de extenderme más, señor gobernador, quisiera sólo especificar unos detalles para aquellos conciudadanos que arremeten contra nosotros, quienes deberíamos ser sus iguales. Muchos docentes debimos escuchar la frase “… y si sabés que te van a descontar, para qué hacés el paro…” o peor aún “cuando estudiaste para docente sabías que era así, por qué no te buscás otro trabajo”.

Primero: qué gran tristeza me produce el entender que para muchos no valen nada los sueños o la vocación. Yo elegí ser docente. Porque creía. Porque es donde estoy cómoda. Porque es para lo que sirvo. Qué crueldad el creer que debería buscarme otro trabajo, simplemente porque mi empleador, que encima es el Estado, no desea pagarme lo que corresponde: un sueldo digno, acorde a los precios de nuestro país. Qué gran injusticia que la cara de la moneda se de vuelta, y nosotros pareciéramos ser los culpables, porque elegimos ser docentes. Pobres tontos.

Segundo: estoy segura que casi nadie de aquellos quienes les gusta hablar, están enterados que los días de paro fueron descontados a todos. Sí… absolutamente a todos, independientemente de si hiciste paro o no, incluso les han sido descontados a colegas con licencia. Es decir, ni siquiera podemos contar con la elección de adherir o no la huelga. Todos nos veremos perjudicados por una acción que, insisto, es anti-constitucional.

Tercero: ¿Que nos van a devolver, total, los descuentos? Hoy rezamos porque así sea… pero también sabemos que mientras tanto debemos vivir con las migajas que quisieron dejarnos, esperando el bendito día del reintegro; sabemos que de acá a un mes los números ya no valen lo mismo, y que la cifra descontada nunca es igual a la devuelta (¿a qué bolsillo irá a parar la diferencia?)

Y cuarto: no hicimos más que usar el derecho constitucional a huelga. Nada ilegal. Por el cual ningún ente debiera castigarnos. Menos el Estado Democrático.

Señor gobernador… verá que tengo tanto para decir. Por suerte me queda la escritura, mi aliada, mi confidente, mi descarga. Por allá en el año 2020, año inolvidable, escribí que los docentes somos aves Fénix. Siempre podemos renacer. En la sonrisa, el gesto amoroso, el apoyo de un alumno, en el abrazo con colegas, podemos re-encontrar nuestra vocación. Pero hoy nos veo muy apaleados. Con las plumas peladas, las alas cansadas. El caminar pesado de tantos años de menosprecio social.

Aunque la mirada convencida.

¿No será hora de que el ave Fénix arda?

Mariela Eier,

DNI 32503074

Profesora de Lengua y Literatura.