Fátima Llorente comenzó la Escuela Hotelera “La Estancia”, en Pérez, en el año 1995. Falleció el 8 de junio del año 2011. Todos los 25 de marzo, muchas personas la recuerdan porque ese día cumplía años. El testimonio de algunas ex-alumnas pone en evidencia la calidad humana y sobrenatural de quien fue la primer directora de dicha Institución.
María Luisa Martínez, la pinta de cuerpo entero. Así era Fátima, muy humana y a la vez, muy sobrenatural. “El tiempo que coincidí en una convivencia más estrecha con Fátima, fue muy breve, no obstante su recuerdo, su figura, sus enseñanzas, su ejemplo, su risa, con el correr de los años, los tengo bien presentes y lo considero parte importante en mi formación humana y crecimiento espiritual, explicó Marilú.
Marilú recuerda que conoció a Fátima en el año 2003. “Era como una central eléctrica en continuo movimiento. Planes y proyectos no le faltaban, por lo tanto dificultades tampoco, pero siempre llegaba a todo, o por lo menos a mí me parecía que estaba en todo. Tal vez será porque acompañaba la gracia de Dios, poniendo con creces los medios humanos a su alcance”.
“Se movía con prisa en una rutina dura de trabajo intenso. Rezaba con gran recogimiento, con amor. Un interés auténtico, más aún, una necesidad de poner al otro en contacto con Dios. Si cierro los ojos y pienso en Fátima, la veo llena de actividad, llena de alegría, sabiendo reírse de sí misma y llena de preocupación por el otro”, manifiesta.
“No veo una super mujer, sí veo una madre, una amiga, una gran profesional”
Tal como lo refiere la antigua alumna, Fátima se ponía a la altura de las personas que trataba, “se nota en los lazos que fue tejiendo con los distintos grupos de alumnas que recibió por muchos años en La Estancia, al punto que no era extraño que se apareciera por la casa alguna ex-alumna buscando charlar, recibir un consejo, compartir una inquietud. Cuando pienso en Fátima, no veo una super mujer, sí veo una madre, una amiga, una gran profesional capaz de hacerse a cualquier actividad y a la vez de hacer muy bien esa tarea”.
“Quizás es de esas personas que destacan porque no destacan, que su brillo y su luz se nota sólo cuando falta. Si la tuviera que describir en tres virtudes, diría: piedad, alegría, servicio. Y si tuviera que decirle una palabra sería: gracias”, no dudó en afirmar María Luisa.
Mariana Barba, fue alumna de la primera promoción. Su sobrenombre es “Pina”, y describe con cariño como Fátima hacía de todo. “Era tan buena. Infundía mucha serenidad al hablarte, siempre tan dulce y la verdad que haber conocido una mujer como ella, me hace feliz. Quizá en ese momento no me daba cuenta de lo que tenía al lado, pero hoy que soy más grande lo agradezco un montón. Haberme cruzado con personas como Fátima, lo voy a agradecer siempre”, puntualizó.
Ramona Dos Santos, la recuerda muy alegre y vital, con mucha energía. “Era una persona que jamás se cansaba. Pasaba por los distintos servicios para ayudar: cocina, planchero, servicio de comedores. Nunca la vi triste, ni la escuché decir, me duele algo, jamás. Siempre tenía esa voluntad de ayudar, un gran espíritu de servicio”, agregó.
A Ramona le gusta que se la llame “Ramonita”, porque Fátima la llamaba así. “Siempre nos unía como grupo, nos invitaba a caminar y a hacer romerías o nos llevaba de paseo. Buscaba que entre nosotras nos llevemos bien. Era muy “madraza” y si nos llamaba la atención por algo, nunca lo hizo de mala manera”.
Ramonita contó que su vida le dejó miles de enseñanzas: el servicio a los demás, estar siempre dispuesta a todo lo que las personas pidan. “Verla para mí ya era un ejemplo. Era una persona especial para todas y tenía ese amor al prójimo que llena el corazón. Aprendí que todo lo que uno tenga que hacer, por más pequeño que sea, siempre ayuda y ella hacía de todo un poco, pero ese poco siempre sumaba. Su vida fue una enseñanza, por ser tan virtuosa”, profundizó.
Florencia Rojas, coincide en sus recuerdos con las demás ex-alumnas. “A Fati la recuerdo super enérgica y siempre trabajando, pero a la vez, preocupada por saber cómo estábamos en la casa. Buscaba que nos sintiéramos cómodas. Era una mujer que inspiraba confianza y respeto pero especialmente la recuerdo muy cariñosa y alegre”, detalló.