Una víctima del empleado estatal rompió el silencio

La joven, víctima de Antonio José Luis Cardoso, escribió una carta en su perfil de Facebook. "Esa imagen, esposado con la chomba rosa no me la olvidó más", expresó.

Antonio José Luis Cardoso
Antonio José Luis Cardoso

Antonio José Luis Cardoso es el empleado estatal imputado por abuso sexual con acceso carnal reiterado en Paraná. A medida que pasan los días se conocen nuevas denuncias. Cardoso ofrecía trabajo a mujeres, las citaba en su casa y una vez allí las adormecía para cometer los abusos.

Desde el viernes, cumple prisión preventiva por dos meses en la Unidad Penal N°1. Se supo además que ya tiene una pena cumplida por abuso sexual infantil en Nogoyá.

Se conoció recientemente una carta escrita por una de sus víctimas que decidió romper el silencio. La joven contó como llegó a Cardoso y como era su accionar, "Una oficina pública desierta fuera del horario laboral, un simulacro de «prueba taquigráfica»..." cuenta la mujer en referencia al modo en que el hombre la engañó para cometer los abusos.

Ahora publicó el relato completo de la víctima identificada como N.S. :

"23 años, un casa prefabricada de alquiler y una beba de un año. Vivir sola desde los 17 me había hecho creer que la tenía bastante clara. Romper el mandato del miedo y hablar con desconocidos en la calle desde que tengo memoria, que el mundo era un lugar habitable.

Tres trabajos y leer los clasificados todos los domingos en la casa de la abuela para ver si aparecía alguno más.

Y de la nada alguien con quien te saludas en la vereda de uno de esos trabajos a fuerza de cruzarte todos los días, te dice que te puede conseguir algo estable. Estable, imagínate, que te digan «estable» a vos que llevas en la sillita de la bici a tu hija con vos a todos esos trabajos.

Una oficina pública desierta fuera del horario laboral, un simulacro de «prueba taquigráfica», a mí que estaba orgullosa de la habilidad adquirida a fuerza de escuela privada de segundo cordón que mis viejos a cuenta de cambiar federales del único suelo, habían podido pagar.

Llego hasta acá escribiendo de corrido y paro porque no sé cómo seguir.

«Víctima» y «abuso simple» fueron palabras que escuché recién en Fiscalía porque no se me había ocurrido referirme a mí misma en esos términos, y una vez sorteado el laberinto kafkiano que sólo logré superar gracias la compañera que me pasó los datos de la fiscal y al acompañamiento de una abogada cuidadosa. Cuidadosas, lo que no son las condiciones del sistema que te sienta a esperar frente a la puerta por la que va a salir él esposado y te va a cruzar de frente.

Esa imagen, esposado con la chomba rosa no me la olvidó más. Me acordé ahí de que era alto. No me dio congoja como siempre me dan congoja quienes caen en el sistema punitivo, tampoco sensación de justicia.

Imposible no pensar qué hubiera pasado con las demás víctimas si yo no hubiese formado parte durante tanto tiempo dele 87% de las personas que no denuncian, qué falló para que el Estado sostenga a este sujeto en sus instituciones, qué herramientas nuevas tenemos que crear para que no dependa exclusivamente de la sororidad de otras mujeres y no cueste tan caro emocionalmente el acceso a la justicia de manera eficiente, ni siquiera en enero en plena feria, con lo que cuesta disponerte a estar ahí.

En el mejor de los casos recibe la condena esperada en la cárcel. Eso va significar un abusador menos en el calle, que no es poco, pero no implica ninguna reparación.

A esa reparación la siento cerca, de la mano de las mujeres que acompañan, que cuidan.

¿Nos está faltando una alternativa que escape al punitivismo y reivindique la acción colectiva?"