Más de 3.000 kilómetros en bicicleta. Casi cuatro meses y medio de pedalear entre 40 y 50 kilómetros por día por la zona del litoral brasileño como parte del itinerario, y de dormir acampando en playas, estaciones de servicio o donde las generosas almas con quienes se cruzaban en el camino los invitaran a pasar la noche (con comida y baño incluidos). El objetivo: unir Río de Janeiro con Pipa, con “la idea de recorrer todas las playas de Brasil”, como acota uno de los protagonistas de la travesía.
Este ritmo y estas rutinas fueron, en pocas palabras, los que marcaron las vidas de un mendocino y un rosarino, quienes durante los últimos 130 días recorrieron prácticamente las playas más importantes de Brasil de sur a norte y en bicicleta.
El mendocino es Franco Rueda, 26 años, y quien desde hace dos años decidió “salir a viajar”. “Después de hacer más de 3.000 kilómetros de bicicleta, en 4 meses y medio, saliendo de Río de Janeiro, pasando por 8 estados de Brasil, ¡llegue a mi destino final! Agradecido a la Ruta, por tratarnos así, y a todas las personas que nos ayudaron en el viaje! Gratidão” publicó en su cuenta de Facebook el joven hace unos días.
El 22 de agosto, junto a su compañero en esta vertiginosa aventura (el rosarino Lucas Salaya), arribaron a Pipa, una playa ubicada al norte de Brasil y en el estado de Río Grande del Norte. “Es increíble lo que te ayuda la gente cuando te ven en la ruta.
Nosotros les contábamos que éramos dos argentinos que estábamos yendo de Río de Janeiro a Pipa en bicicleta y nos ofrecían desde comida y alojamiento hasta plata”, sintetiza Franco desde Pipa a Vía Mendoza, mientras camina en dirección a la panadería para comprar algo de desayuno el sábado por la mañana.
“Hay que fomentar el deporte, viajar en bici es algo realmente maravilloso. Hacíamos entre 40 y 50 kilómetros por día, cerca de 10 kilómetros por hora. Y una vez que te subís a la bici, no te bajás más”, confiesa el mendocino, quien tiene otra meta tan espectacular –o más- para el año que viene. “Mi idea es recorrer Europa en bicicleta. Viajar te abre mucho la cabeza y no hay que tener miedo a salir de la rutina. Muchas personas no lo hacen por miedo, pero es fundamental saber que la gente con que te cruzás siempre ayuda mucho”, sigue.
Una vida de aventura
Mientras estuvo en Mendoza, Franco trabajó en uno de los hoteles más lujosos de Mendoza. Sin embargo, él mismo confiesa que la rutina me estaba matando. “En 2019 nos organizamos con ocho amigos y salimos para la Copa América en Brasil. Me cansé de la rutina y empecé a ahorrar plata, por lo que decidí salir a probar suerte a otro lugar.
Después de la Copa, mis ocho amigos volvieron y yo me quedé viviendo en Buzios (Brasil). Vino un amigo de Mendoza, estuve un mes trabajando con él y después seguimos viaje para Bolivia, otras ciudades de Brasil, Ecuador y terminamos en Cartagena (Colombia)”, recapitula sobre el inicio de sus aventuras viajeras.
Ya en Colombia, los jóvenes decidieron regresar a Buzios para trabajar en temporada, y allí se instaló Franco. “Estuve trabajando en posadas, bares, vendiendo excursiones en la calle y también alquiler de boogies para recorrer la ciudad. Estando acá se inició la pandemia (temporada 2019 -2020) y como mi vieja vive sola en Mendoza, en marzo de 2020 me volví a Mendoza y estuve allá de abril a agosto, trabajando en un hotel de Guaymallén”, recapitula Franco durante la mañana de sábado desde el norte de Brasil.
Sin embargo, antes de regresar a Mendoza –donde estuvo hasta hace un año-, el joven tramitó la residencia brasileña, por lo que las puertas para regresar al país vecino nunca se cerraron del todo. Y así fue como pudo regresar a fines de 2020.
Brasil de punta a punta
Ya instalado nuevamente en Brasil, a Franco Rueda se le puso en la cabeza lo que sería su nueva aventura: recorrer ese país, de sur a norte, por el litoral y visitando todas las playas posibles.
“Conocí a Lucas, de Rosario, e hicimos temporada de verano trabajando como mozos. Por suerte pudimos hacer una buena temporada y salió la idea de recorrer Brasil. A mí se me ocurrió la posibilidad de hacerlo en bici y Lucas ni la pensó”, rememora el mendocino.
Con esta meta en mente, comenzaron a averiguar precios de bicicleta y hasta se contactaron con dos amigos que habían emprendido la misma aventura seis meses atrás. “Salgan a recorrer Brasil en bici, es lo mejor que les puede pasar” fue, en pocas palabras, el consejo de quienes terminaron de convencerlos.
En marzo de este año, ya con la idea directamente inoculada en sus cabezas, Franco y Lucas compraron sus bicicletas. Y, luego del cumpleaños del mendocino, partieron ya en abril desde Buzios (dentro de Río de Janeiro). “Siempre fuimos por el litoral, costeando todo lo que es playa con la idea de conocer todas hasta llega a Pipa”, agrega el mendocino.
Con algo de dinero ahorrado para comida y víveres diarios, y también para posibles emergencias (uno nunca sabe cuándo se le va a romper la bicicleta) Franco y Lucas partieron con destino al norte y sin saber qué les depararía el camino. “Nuestros amigos nos motivaron al decirnos que era increíble cómo ayudaba la gente. ¡Y claro que así fue!”, destaca emocionado Franco.
El itinerario que partió de Rio de Janeiro incluyó paradas en Espíritu Santo (en Guaraparí), en Bahía Hermosa (Arraial d’ajuda), en Itacaré y también en el Morro de Sao Paulo, donde estuvieron casi un mes. También estuvieron en Salvador, Maceió, Aracajú y Joao Pessoa.
“No nos quedamos en todos los lugares, solo menciono solo aquellos donde estuvimos 15 o 20 días. Todos los días veíamos el mapa y decíamos: ‘a este lugar no podemos no ir’, y así planificábamos”, sostiene Franco Rueda.
Con la carpa, la bolsa de dormir y el aislante siempre a cuestas en su bicicleta, los argentinos emprendieron su pedaleada. Las playas y estaciones de servicio eran los escenarios donde montaban campamento, siempre preguntando –antes de instalarse- si se podía acampar en el lugar. Y en ese momento llegaron a conocer la hospitalidad de las diferentes personas con que interactuaron.
También le sacaron provecho al programa de coach surfing, del que son parte y que les permite alojar a personas en sus casas y ser alojados en otros sitios de ser necesario. “En cuatro estados diferentes nos recibieron. La experiencia es tremenda y estas paradas nos ayudaron para lavar la ropa y estar más acomodados”, se sincera Franco.
Mil y un historias
Las anécdotas de este inolvidable viaje sin infinitas para Franco y Lucas. “Al momento de planificar el viaje, decidimos no parar en las grandes ciudades, ya que suelen ser las que más peligros tienen. Pedaleábamos hasta que se empezaba a hacer de noche y ahí ya veíamos donde parar. Una tarde veníamos por la ruta muy casados y ya se hacía de noche. Íbamos por una subida re pesada y, de repente, se frena una moto al costado de la ruta y se pone a hablar con nosotros. Le contamos que éramos argentinos, que estábamos viajando por Brasil y el tipo nos invitó a dormir a su casa. Tenía una hacienda de caballos y él solía hacer lo mismo que estábamos haciendo nosotros, pero a caballo y por Espíritu Santo. Nos dio un cuarto, comida y café”, recuerda Franco. Y, una vez más, resalta la siempre presente buena predisposición de la gente.
Sus planes a futuro
Por unas semanas, Franco Rueda tiene en mente permanecer en Pipa. Sin embargo, más cerca de fin de año regresará a su Mendoza natal para pasar las fiestas con su familia e iniciar el trámite de la ciudadanía italiana. La próxima meta: irse a Europa a hacer temporada en 2022.
“Mi objetivo ahora es vender la bici, porque este viaje ya terminó para mí. Mi idea es, con la plata de la bici, comprar los pasajes para Mendoza y volverme para allá en noviembre”, explica.
Claro que, hasta entonces, planea disfrutar de lo paradisíaco de la vida en Pipa. “Es una playa con una energía maravillosa, está arriba de un cuarzo y la gente es muy buena onda, además de que hay mucho deporte”, concluye.