Después de años trabajando en la empresa de tapicería para exportar de su marido, Victoria, se jubiló y comenzó a hacer lo que venía postergando hace tiempo: practicar deportes extremos, disfrutar la aventura.
"Siempre me gustaron los deportes extremos pero antes no tenía mucho tiempo, lo dejaba porque estaba trabajando o con los chicos. Ahora me puedo dedicar a pleno", relata Victoria a diario Clarín.
El deporte con el que debutó fue rappel, en el Cañón del Atuel, Mendoza. "Hace unos años estaba de vacaciones en Mendoza y cuando vi un cartel que promocionaba la actividad, no lo dudé", sostiene la abuela.
"La primera vez que me subí a esos 500 metros pensé ¿Qué hago acá?". Por eso yo suelo hacer las actividades dos o tres veces. La primera vez no las disfrutás porque estás más alerta, pero la segunda ya es otra cosa", añade.
"Yo me siento bien, no tengo problemas de corazón y a pesar de que tengo deficiencia pulmonar, no me afecta, porque yo no paro un segundo. Algunos me dicen que estoy loca, pero es lo que me hace bien", relata, y agrega que "para bajar cambios" va a clases de yoga y de gimnasia en el Centro Recreativo de Ezeiza.
Ser deportista extrema le genera a Victoria una gran cantidad de emociones y sensaciones. "Con cada deporte siento una adrenalina tremenda, es como estar en otra dimensión. Con el salto bungee, por ejemplo, es como si estuviera volando".
Este mes, planea ir a Puerto Madryn para concretar uno de los proyectos que aun tiene pendiente: el buceo.
"Nunca lo hice y tengo muchas ganas de experimentarlo, de saber qué se siente", expresa Victoria, convencida de que no hay nada que pueda detenerla.