Los Portones del Parque de Mendoza, más limpios

Con un operativo de limpieza buscaron prolongar el estado de restauración de la estructura.

Los Portones del Parque de Mendoza, más limpios
Limpieza de los portones del Parque de Mendoza

La Secretaría de Ambiente y Ordenamiento Territorial, a través de la Dirección de Parques y Paseos Públicos realizó un operativo de limpieza de los Portones de ingreso al Parque General San Martín, con el fin de prolongar el efecto de las acciones de la última restauración, los trabajos se realizaron con uso intermitente de agua no apta para consumo y se requirió un corte parcial del tránsito sobre el ingreso por Av. del Libertador.

La limpieza de los portones del Parque de Mendoza.
La limpieza de los portones del Parque de Mendoza.

El conjunto se compone de tres portones de hierro, de dos hojas cada uno, unidos por verjas. La abertura del acceso principal posee 6,30 m de ancho por 6,70 m de alto y las laterales 3,90 m de ancho por 4,71 m de alto. Las verjas se encuentran montadas sobre un basamento de piedra (granito) de 0,85 m de altura. En su punto más alto alcanza 9,40 m. Coronan el portal mayor la representación de un cóndor con sus alas desplegadas y el Escudo de Mendoza.

Los portones, rejas y accesorios llegan a Buenos Aires a bordo del vapor "Belgrano". Contenidos en 46 bultos, fueron despachados en seis vagones rumbo a Mendoza, a donde llegaron a fines de mayo de 1908. Hacia 1909, los portones se emplazaron en relación con el eje simétrico de la actual Av. Emilio Civit, jerarquizando su principal acceso.

Los portones, el ingreso al Parque General San Martín.
Los portones, el ingreso al Parque General San Martín.

Los Portones corresponden al Modelo 900, de la sexta edición del catálogo de Walter MacFarlane. El dato es significativo, por cuanto fue publicado en 1905 y se trataba de un modelo nuevo. Comprendía tres portones de dos batientes cada uno, el central de mayores dimensiones y rejas perimetrales. La elección de ciertos motivos quedaba librada a gusto del cliente, por ejemplo se podían adquirir los pilares de hierro o ensamblarlos con pilares de material, se presentaban diferentes alternativas de farolas para su iluminación y se ofrecían dos variantes en los motivos decorativos.

La forma de cada portón es recta en los lados y con la parte superior ligeramente curvada. La armadura de las hojas y verjas está constituida por barrotes paralelos y ornamentados con elementos decorativos. Las barras de las puertas son de sección cuadrada y las de las verjas redondas.

Los trabajos implicaron cortes de calles.
Los trabajos implicaron cortes de calles.

En las hojas de los tres portones se repiten los motivos ornamentales con algunas variantes entre el portón central y los laterales. En las batientes del acceso principal se encuentra la estilización de una columna decorativa que termina en un escudo y está franqueada en su base por dos gárgolas, una a cada lado (animales de rasgos monstruosos que combinan cabeza de dragón y cuerpo de pez), pero conformado este último por hojas de acanto estilizadas.

En la parte superior se encuentran arabescos de zarcillos de acanto y sobre la abertura, remata en una crestería formada por hojas de acanto espiraladas, sobre las que se ubicó el escudo de Mendoza y un cóndor. También aparecen dos coronas (una de cada lado), motivos característicos de la ornamentación del siglo XIX.

El mito del Sultán turco

Al momento de elegir los motivos decorativos se encontraba uno con lunas y otro con puntas de lanzas. En el caso mendocino fue adquirido el modelo con lunas, lo que generó la leyenda en el ámbito local de que los Portones habían sido encargados por el Sultán turco Abdul-Hamid II (1842-1908), quien al ser destronado por una revolución, no los retiró de fábrica y el gobierno mendocino los adquirió.

Este relato se repitió en numerosas crónicas periodísticas y fue refrendada por Gerónimo Sosa en 1964, alcanzando una importante trascendencia, dado que investía a los Portones de un contenido histórico y simbólico de jerarquía, singularidad y exotismo. El mismo fue refutado por el propio ministro Silvestre Peña y Lillo. Además, el propio catálogo permite comprobar que no se trató de un encargo especial, sino del modelo de la fundición.