La Argentina de 1845 era muy diferente a la que conocemos en el día de hoy. La declaración de la independencia en 1816 no había decantado en la conformación de un Estado nacional unificado, ya que para 1820 el poder central cayó ante las luchas internas entre las facciones políticas, tradicionalmente conocidas como federales y unitarios. Esto llevó a que durante esa década convivieran nueve estados provinciales, independientes entre sí.
Cuando Juan Manuel de Rosas llegó al gobierno en 1829, el contexto político era desconcertante. Un año antes, el general Juan Lavalle había disuelto la Sala de Representantes (lo que hoy conocemos como Legislatura), y los estancieros bonaerenses reclamaban una figura fuerte que “ordenara” la campaña (como se le llamaba al medio rural) de la provincia de Buenos Aires. En diciembre de ese año, esto llevaría a que Rosas fuera beneficiado con el otorgamiento de “facultades extraordinarias”, lo que significaba unificar en su persona los tres poderes (ejecutivo, legislativo y judicial).
Mientras tanto, en el interior, el general José María Paz se hacía fuerte en la provincia de Córdoba, al mando de la llamada Liga del Interior o Unitaria, derrotando dos veces en batalla a la imponente figura del caudillo riojano Facundo Quiroga.
Como respuesta, Rosas reforzó su alianza con los gobernadores del Litoral, firmando el llamado Pacto Federal de 1831, con Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes. Aquí afloraron las primeras discusiones que luego serían centrales en el ‘45 frente al conflicto con Gran Bretaña y Francia, ya que el delegado correntino, Pedro Ferré, protestaba contra la extremada política librecambista que sostenía Buenos Aires y por la negativa de Rosas a organizar constitucionalmente el país.
LOS PRIVILEGIOS DE BUENOS AIRES
Esto es muy importante de destacar, ya que el llamado revisionismo histórico ha creado la idea de que el gobernador porteño se erigiría como un defensor de la soberanía nacional, por lo que conmemoramos esta fecha, cuando, en realidad, durante todo su largo mandato se negó reiteradamente a dictar una constitución nacional, para que Buenos Aires no perdiera sus privilegios en el control de los recursos de la aduana, lo cual reclamaba el correntino Ferré.
La década de 1840 complejizaría aún más la política rioplatense. La ciudad de Montevideo, perteneciente por ese entonces a la Banda Oriental (como se conocía al actual Uruguay), se convertiría en el escenario predilecto en donde convergieron las distintas oposiciones a Rosas. El gobernador porteño pretendía que Manuel Oribe fuera envestido como presidente de la república oriental, contra Fructuoso Rivera, a quien miraban con simpatías Gran Bretaña y Francia, temerosas de que el territorio oriental se incorporara formalmente al Río de la Plata si las pretensiones de Rosas triunfaban.
Esta situación fue ideal para que la flota europea decidiera incursionar en las aguas del Plata; sin embargo, los resultados no fueron los esperados. Los opositores a Rosas (principalmente Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento) especularon con que tal situación desgastara su figura, lo cual no sucedió. Los propios comerciantes británicos instalados en Buenos Aires colaboraron para resquebrajar la coalición anglo-francesa y levantar el bloqueo al que sometieron al puerto de Buenos Aires, en noviembre de 1845.
Para 1846 comenzaron ya las negociaciones, y en 1849, primero Gran Bretaña a través del tratado entre Arana y Southern, y al año siguiente con Francia, otra vez con la figura de Arana y el francés Lé Predour, se llegó a un acuerdo con Rosas que reconocía la soberanía de la Confederación sobre los ríos.
La historia es compleja y no puede pensarse simplemente entre buenos y mal intencionados, o entre defensores del libre comercio y proteccionistas. Comprender a Rosas y el problema de la soberanía necesariamente implica todas estas variables en un país que para la década de 1840 se encontraba en construcción, y aún lejos de alcanzar la organización nacional.
Aunque 1845 terminaría con la victoria del gobernador bonaerense, años después, en 1852, el general Justo José de Urquiza aglutinaría una amplia coalición militar, que incluía al Imperio del Brasil, que derrotaría definitivamente a Rosas en los campos de Caseros, abriendo otro capítulo en la historia argentina, que ahora si dictaría su constitución nacional, en 1853. Pero eso, ya forma parte de otro escenario.
(*) Miembro de la Unidad de Investigación en Historia Regional (UNIHR) de la Universidad Nacional de Jujuy (UNJu).