Etapa maravillosa la de los primeros años de la vida en que la curiosidad y las preguntas buscan innumerables y pacientes respuestas.
La capacidad de asombro y las emociones frágiles sumergen las horas en un sube y baja de lágrimas y sonrisas. Los sentidos atentos y los instintos relajados.
Llegan tiempos de juegos, de forjar amistades que se siente perdurar toda la vida, de empezar a entenderse a través de otros, mirando, compartiendo, imitando.
Descubrir y disfrutar que varios se parezcan y que otros sean diferentes, como los colores del arcoíris.
Los talentos en pausa, cual semilla que toca la tierra, aguardan el calor del afecto, la fluidez de las experiencias y la perseverancia del cuidado que puedan estimular y desarrollar al máximo la potencia.
Pronto llegan los días de guardapolvo blanco y peinado prolijo. Segunda casa, atención maternal, tiempos y espacios, rutinas, hábitos, saberes.
El oficio de estudiante comienza a aprenderse en la escuela cuando se reconoce el valor de las capacidades y talentos singulares e irrepetibles de cada persona.
Cuando se promueve la confianza en la aptitud de alcanzar logros, soñar y concretar sueños, crear con la imaginación el proyecto de vida y desarrollar las herramientas que permitan hacerlo realidad.
Forjar el hábito de aprender, ligar conocimientos con experiencias, explicar inquietudes, resignificar saberes, desarrollar habilidades abre el espíritu a la verdad que ilumina y al bien que orienta el camino de la vida.
El oficio de estudiante es el arte esencial cuya práctica permite mirar al mundo con pensamiento crítico, discernir, adaptarse, innovar y ejercer la libertad.
Aprender el oficio de estudiante lleva a comprender que todo en la vida es una maravillosa oportunidad de aprendizaje.
Aprender a aprender encamina a ser personas autónomas, libres, democráticas y felices.
¡Feliz día, Estudiantes!
(*) Ministra de Educación de Jujuy