Denis Hayes era un joven de 25 años que estudiaba en la Escuela Kennedy de Harvard. En 1970, junto a distintas organizaciones, convocó a una movilización para el 22 de abril, bajo el lema “Día de la Tierra”.
Sin darse cuenta, ese llamado repercutió en millones de personas que en Estados Unidos se encontraron en las calles levantando sus consignas.
Hacia fines de las década del 60 el movimiento ambiental no existía todavía como tal. No tenía su agenda, ni movilizaciones como hoy en día vemos en todo el mundo.
Hayes cuenta preocupado en una entrevista para “The Harvard Gazzete” que “había personas que se preocupaban por las aves. Había personas que vivían en Santa Bárbara que se preocupaban por los derrames de petróleo, o vivían en Gary, Indiana, y se preocupaban por la contaminación del aire. Hubo coaliciones contra las autopistas en una docena de ciudades. Pero todos estos grupos, se consideraban a sí mismos grupos de autopistas, grupos de contaminación del aire, grupos de aves”.
Es por eso que organizaciones estudiantiles y vecinales, junto a sindicatos como el “United Auto Workers”, trabajaron durante meses para crear el primer “Día de la Tierra”, con el plan de unir todo eso que estaba divido.
La fecha elegida fue el 22 de abril de ese año que corría, 1970. Y dio resultados: se calcula que más de 20 millones de personas en Estados Unidos se movilizaron ese día.
“Una de las cosas más importantes, (creo que lo más importante), que hizo el Día de la Tierra fue tomar todos esos diferentes hilos y entretejerlos en este tejido del ambientalismo moderno, para ayudarlos a comprender que estaban operando a partir de conjuntos de valores similares y luego que podían apoyarse mutuamente y ser mucho más fuertes como un todo de lo que eran individualmente. Recuerdo esta apasionada conversación con el entonces presidente de la Sociedad Audubon. Básicamente dijo: “¿Qué diablos tiene que ver el aire limpio con las aves?” Después del Día de la Tierra, nadie diría algo tan absurdo”, explica Hayes.
“Crecí en una comunidad de fábricas de papel” cuenta Hayle en una entrevista. “No había ningún tipo de control de la contaminación en las chimeneas. El hedor del dióxido de azufre y el sulfuro de hidrógeno era penetrante. La imagen dominante que todos tenían de mi ciudad a lo largo de 25 millas en todas direcciones era “Ese es el lugar que apesta”. El molino vertió contaminación de agua sin control en el río Columbia. Ocasionalmente, bajábamos allí y nos encontrábamos con muertes masivas de peces”, finaliza.
52 años después, esta fecha sigue reuniendo jóvenes, ya no solo de Estados Unidos, sino en todos los puntos del planeta que reclaman acciones en defensa de la tierra. En Argentina este día coincide con una nueva “Huelga Mundial por el Clima” y habrá distintas convocatorias en todos los rincones del país.