El 21 de abril, el mundo se vio conmovido por la noticia del fallecimiento del Papa Francisco. Un hombre que, a lo largo de su vida, no solo alcanzó el máximo cargo en la Iglesia Católica, sino que también dejó una marca imborrable en la historia. Pero entre los muchos lamentos de quienes lo conocieron y lo admiraron, hay una persona que lo lleva en el corazón: su hermana Elena.
Los primeros años de Elena Bergoglio
Elena, la hermana menor del Papa Francisco, nació en Buenos Aires, siendo la más chica de los cinco hijos de Mario José Bergoglio y Regina María Sivori. A diferencia de su hermano Jorge, ella tuvo una vida tranquila, dedicada a su familia y hogar. A los 76 años, Elena vive alejada de las cámaras y la fama, en la Provincia de Buenos Aires, bajo el cuidado de monjas, enfrentando un delicado estado de salud.

En su juventud, Elena fue una ama de casa y madre de dos hijos, pero su vida dio un giro radical en 2013, cuando su hermano Jorge fue elegido Papa. Aunque el vínculo con él nunca se rompió, la distancia que su función le impuso marcó una separación física que lamentablemente nunca pudo subsanarse.
El vínculo fraternal de Elena con el Papa Francisco
En sus primeras declaraciones tras la elección papal, Elena compartió con emoción cómo se enteró de la noticia. “Cuando escuché el Habemus Papam me instalé frente al televisor. Ni se me ocurría que iba a ser mi hermano, él no quería ser Papa. Antes de subir al avión me llamó y me dijo: ‘Chau nena, hablamos a la vuelta’. Lo vi salir al balcón y casi me muero. Me largué a llorar y no paré, la emoción me superó”, recordó emocionada.

A pesar de la enorme responsabilidad que asumió Jorge, la relación entre ellos siguió siendo cercana. Elena remarcó que, aunque no volvió a verlo desde que partió hacia Roma en marzo de 2013, la comunicación nunca faltó: “Él siempre fue un hermano muy compañero”, explicó en varias entrevistas. Ambos se mantenían en contacto a través de cartas y llamadas telefónicas, aunque, lamentablemente, el reencuentro físico nunca se dio.

Para Elena, la elección de su hermano como Papa cambió su vida de manera radical. “Las cosas ya no iban a ser como antes. Y me parece que no me equivoqué. Mi vida realmente cambió”, aseguró. Sin embargo, más allá de la distancia, su vínculo con Francisco siguió siendo inquebrantable, sustentado en el amor fraternal y la admiración mutua.
Elena siempre creyó que su hermano marcaría un hito en la Iglesia, lo que reflejó con estas palabras: “Siento que va a llegar a producir cambios en la Iglesia. No solo porque es un hombre íntegro, de carácter firme y convicciones admirables.”