Entre 2006 y 2020 se acumuló una deuda con la educación equivalente al 5% del PBI del 2020 (3,4 billones de pesos o U$D 26.009 millones, tomando el dólar a $132,15 promedio del 2022). Según los datos de un informe elaborado por el Observatorio Argentinos por la Educación, solo en tres oportunidades se cumplió con el objetivo de gasto en educación como porcentaje del PBI establecido por ley.
De esta manera, si el Estado argentino hubiese querido pagar la deuda educativa de una sola vez en ese año, debería haber casi duplicado el gasto educativo entre la Nación y las provincias, llevándolo al 11% del PBI en ese año.
La organización “Argentinos por la educación” informó que entre los años 2006 y 2020 solo en tres oportunidades se cumplió con el objetivo de gasto en educación como porcentaje del PBI establecido por ley.
Según los datos de un informe elaborado por el Observatorio Argentinos por la Educación, entre 2006 y 2020 solo en tres oportunidades se cumplió con el objetivo de gasto en educación como porcentaje del PBI establecido por ley.
Los datos surgen del informe “Lo prometido es deuda (educativa). La impotencia para alcanzar el 6% del PBI para educación”, del Observatorio de Argentinos por la Educación, con autoría de Mariano Narodowski (Universidad Torcuato Di Tella), Gabriela Catri y Martín Nistal (Observatorio de Argentinos por la Educación).
El documento busca cuantificar la deuda educativa en la Argentina, producto del incumplimiento de la meta entre 2006 y 2020 (último dato disponible), desde que la ley obliga a que la educación tenga un 6% del PBI.
Que dicen los especialistas sobre la deuda en educación en la Argentina
Solo en 2009, 2013 y 2015 se alcanzó el porcentaje de inversión fijado. “A lo largo de cuatro períodos presidenciales, la inversión anual en educación en Argentina no ha alcanzado el 6%. La distancia entre el objetivo de inversión fijado por el Poder Legislativo en 2005 y 2006 y el gasto ejecutado nos permite calcular el pasivo entre los dichos y los hechos”, reflexionó Mariano Narodowski, profesor de la Universidad Torcuato Di Tella y coautor del informe.
“Cabe notar que durante el transcurso del período analizado, la Argentina (y la casi totalidad de las jurisdicciones provinciales) mantuvieron diferentes situaciones respecto del déficit fiscal. Esto significa que la Deuda Educativa Argentina no es producto de una férrea disciplina fiscal a favor de la cual se sacrifica el gasto en educación, sino la decisión de no canalizar recursos para cumplir con la meta establecida del 6% del PBI para educación”, concluyó Mariano Narodowski.
“El trabajo plantea la responsabilidad concurrente de gobiernos de diferente signo político y niveles de gobierno (porque el 6% de gasto educativo suma al gobierno nacional con los jurisdiccionales) y, en forma subyacente, se plantea la necesidad de pensar mecanismos alternativos que aseguren un adecuado financiamiento del sector”, sostuvo Juan Doberti, Doctor en Ciencias Económicas, docente e investigador de la UBA.
Y agregó: “Incluso en los años en que se cumplió el porcentaje normativamente estipulado, el sistema educativo planteó inconvenientes de cobertura, eficiencia y calidad y que la masificación educativa exigirá, presumiblemente, mecanismos para la obtención de mayores recursos y para su mejor uso”.
Los tres años de mayor deuda fueron: 2019 (841 mil millones de pesos de 2022), 2018 (751 mil millones) y 2020 (570 mil millones). El año 2010, sumado a este trienio, constituyen el 68,4% del total de la deuda educativa argentina.
“El informe pone de manifiesto que el acuerdo por priorizar el financiamiento educativo alcanzado en 2005 tuvo un impacto menor al esperado en los tres lustros transcurridos desde esa fecha. La organización de ese financiamiento entre el gobierno nacional, las administraciones provinciales y las instituciones educativas requiere la consolidación de acuerdos en los que se definan los aportes a realizar por cada parte y los compromisos asumidos para la generación de mejoras. Es importante afianzar la inversión en la educación de manera adecuada y persistente como condición necesaria para apalancar el desarrollo sostenible”, reflexionó Javier Curcio, Licenciado en Economía e investigador de IIEP BAIRES y UBA-CONICET.