Las primeras dos semanas de la gestión de Silvina Batakis al frente del Ministerio de Economía terminaron con uno de los dólares financieros por encima de la barrera de los $300 por unidad, lo que amenaza con sumarle presión a la indómita inflación que corre a un ritmo del 64% anual, y con los bonos que mantienen su caída libre por el extremo escepticismo de los inversores.
El reforzado cepo cambiario, sobre todo el destinado a restringir el acceso a las divisas para las importaciones, hizo que la frenética demanda se traslade hacia los dólares financieros y al informal “Blue”. En paralelo, las cotizaciones oficiales también aceleraron su ritmo de actualización, pero sin lograr achicar la brecha, que el viernes superó el 135 por ciento.
Y el Riesgo País se mantuvo ayer por encima de los 2.700 puntos básicos, nivel que no registraba desde mayo de 2020, cuando emprendió un descenso por el entendimiento entre el gobierno nacional y los acreedores privados.
Claro que los números no hablan de los resultados de los primeros pasos de Batakis sino de los desafíos que se agravaron tras la sorpresiva, pero no impensada salida de Martín Guzmán, quien abandonó el Gobierno cercado por la vicepresidenta Cristina Kirchner y sus fieles representantes en el área energética.
Para tratar de calmar al mercado y al FMI, Batakis se comprometió públicamente con la reducción del déficit fiscal y puso en marcha un plan para controlar al máximo los gastos del Estado. “No se va a gastar más de lo que tenemos”, prometió. Su mensaje elevó el malestar de algunos sociales y del dirigente oficialista Juan Grabois que decidieron retomar las protestas en las calles contra el “ajuste” y para reclamar acciones urgentes contra la inflación.
También la CGT anunció que marchará para exigir que se le ponga fin a la carrera de los precios, que en junio saltó 5,3%, acumuló así un avance del 36,2% en el primer semestre y se encamina a terminar el año con un salto del 79,2%, según los cálculos de los analistas más certeros consultados por el Banco Central de la República Argentina (BCRA).
El complejo escenario y las primeras marchas, tanto del sector de Grabois como del bloque Unidad Piquetera, forzaron la unidad en el Frente de Todos: Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa retomaron el contacto cara a cara y se calmaron, por lo menos por ahora, los enfrentamientos en público.
El refuerzo del cepo, que inició Guzmán y continuó Batakis frente a las demandas extraordinarias de dólares para cubrir las importaciones de energía, provocó un cimbronazo en las múltiples cotizaciones que tiene la divisa estadounidense en nuestro país.
Los dólares bursátiles, que se consiguen de manera legal y sin límites mediante la compra y posterior venta de bonos o de acciones, marcaron el rumbo con un vuelo que se aceleró tras los cambios en Economía: el Bolsa o MEP terminó esta semana por encima de los $291,3 y el Contado con Liquidación (CCL) que usan los grandes jugadores para girar los dólares al exterior alcanzó su máximo histórico de 301,4 pesos.
Desde el viernes 1 de julio, el último día de Guzmán como ministro, el MEP saltó $43,2 y el CCL $48,8. El envión que apuntaló esas cotizaciones se explica, en parte, porque muchos importadores recurrieron a los paralelos para cubrir sus compromisos y por ello los economistas ya alertan por el impacto más inmediato que esos nuevos valores tendrán sobre la inflación.
Así, quedó por encima del 135% la brecha entre el CCL y el dólar mayorista, que terminó la semana a $128,2, con un avance de 25 centavos respecto al cierre previo y de $2,8 en lo que va de la era Batakis. “En la semana que acaba de finalizar el tipo de cambio mayorista subió $1,45, la corrección semanal más alta desde la que finalizó el 25 de octubre de 2019″, apuntó el operador cambiario Gustavo Quintana.
Y el Blue protagonizó un salto más rabioso. Ese dólar informal avanzó $54 para acoplarse a las divisas paralelas, llegó a tocar un máximo de $295 y el viernes terminó a $293 por unidad.
En el interín, el Banco Central osciló entre compras y ventas para reforzar las reservas y para cubrir la alta demanda tendiente a pagar las importaciones de energía. La expectativa del gobierno nacional no solo es pasar el invierno, sino terminar el gasoducto para trasladar la producción de Vaca Muerta, tal como lo indicó ayer el secretario de Energía, Darío Martínez, luego de lanzar el sistema para emprender la quita de los subsidios.
“El verdadero ahorro fiscal en Argentina en cuanto al costo de energía va a estar cuando terminemos de conectar el Néstor Kirchner y utilicemos gas nacional a u$s3,5 el millón de BTU para generar electricidad y no GNL a 51 dólares. Lo que hoy estamos pagando entre u$s30 y u$s50 lo vamos a pagar a u$s3,5. Ahí sí (habrá) un ahorro fiscal importantísimo, hablo de unos u$s7.000 millones y u$s8.000 millones de ahorro”, auguró Martínez en declaraciones a Radio Con Vos.
Más allá de lo auspicioso de esas proyecciones, Batakis afronta desafíos de extrema urgencia, como los vinculados con la deuda pública que terminaron de instalarse con el desplome que sufrieron los bonos en pesos, también cuando el mes pasado la petrolera estatal Enarsa desarmó sus posiciones para cubrir compras de energía por unos $9.000 millones sin coordinar con Guzmán, el entonces ministro de Economía.
Los títulos argentinos cayeron a mínimos históricos y las posiciones en dólares no logran dejar atrás el castigo y registraron pérdidas en torno al 20% durante el temblor de los últimos 15 días.