La pelea de Juan Domingo Roldán con Marvin Hagler es la típica en la que los aficionados le ponen el cuerpo. Se sube al ring a combatir con él, se abraza a la gloria, o queda el dolor físico y moral de la derrota.
Martillo Roldán falleció este miércoles 18 de noviembre víctima del coronavirus y a muchos, amantes del boxeo y no tanto, les sonó la campana de aquella inolvidable pelea de marzo de 1984 con un campeón extraordinario, como era Maravilla Hagler.
Pudo haber ganador el cordobés la corona de los medianos, tan cara a los sentimientos argentinos, estuvo al alcance de sus manos, de sus puños. Porque incluso fue el primero en derribar al monarca. Pero Hagler se lo arrebató con un dedo en el ojo, un pulgar incrustado que le hinchó el párpado a Martillo y le quitó visión. Y también, el “ojo de tigre”.
Porque para vencer al campeón hacía falta boxeo, coraje, garra y algún atributo más. Para comparar con otro evento asombroso del deporte, lo que necesitaron Los Pumas para someter a los All Blacks.
Todos nos quedamos con sangre en el ojo. Por eso poco más de un año después, en abril de 1985, muchos de los amantes del boxeo y los no tanto, sabíamos de que lado íbamos a estar: hinchas de Thomas Hearns, La Cobra de Detroit, en el combate denominado “The War” (La Guerra) con Maravilla.
Y así como muchos deseamos que fuera Martillo quien echara por tierra a ese Hagler que parecía imbatible, esa noche de 1985 depositamos nuestro fervor en La Cobra. Fue la pelea del año, una de las mejores de la historia del pugilismo, en apenas tres rounds. Y Hagler se impuso por nocaut. Y como hincha otra vez nos tocó perder, esta vez con el bueno de Tommy.
En esa zaga de peleas épicas el propio Roldán también enfrentó a La Cobra de Detroit en 1987, y besó la lona. Y ese mismo año un Sugar Ray Leonard tan maravilloso como el campeón, le quitó el título a Hagler en otro duelo imborrable. Y podríamos haber sido hinchas de Sugar Ray, muchos amantes del boxeo y no tanto, como lo fuimos de Tommy.
