No se los ve en la cancha, ni en las fotos con los jugadores, ni en las imágenes levantando trofeos. No se los ve en las tribunas ni en los pasillos o vestuarios ni se los nombra en las entrevistas y declaraciones finales de los partidos, pero su papel es fundamental para que los protagonistas hagan lo mejor posible su trabajo. Se trata del grupo de encordadores que trabaja desde el amanecer hasta bien entrada la noche en el Córdoba Open.
A pesar de estar lejos de los flashes de las cámaras, de los videos de celular o de las historias de Instagram, estos tres “artesanos” no paran de trabajar. La presión no es poca, su margen de error es “cero”: un mínimo cambio en alguna de las tensiones y el tenista puede pasarla mal en la cancha.
Desde Vía Córdoba hablamos con Rodrigo Figueroa, el que podría considerarse la “cabeza” de un grupo integrado por Nicolás Bulacio y Adrián Parzajuk, pero que él mismo remarca que no hay diferencias ni “líderes”.
“Nosotros con el equipo de trabajo tenemos la suerte de que las tres ediciones del Córdoba Open tuvimos la oportunidad de venir a encordar y hacer el trabajo de la preparación de las raquetas”, arranca explicando Rodrigo, en uno de sus pocos tiempos libre, mientras Nicolás y Adrián continúan con sus tareas.
Ninguno de los tres es cordobés, Rodrigo y Adrián son de Buenos Aires y Nicolás, de San Nicolás, aun así se conocen muy bien: “Los tres somos iguales, no hay diferencia y trabajamos muy bien los tres. Con Nicolás tuve la suerte de encordar en el ATP de Buenos Aires en el 2013 y quedé impactado con la forma de trabajar. Él, por cuestiones laborales, se alejó un poco y yo seguí laburando. Conocí a Adrián y lo comencé a incorporar a los torneos y también quedé sorprendido. Son gente muy responsable, que es fundamental. Cuando surgió la posibilidad de hacer la primera edición de este torneo no lo dudamos y vinimos”.
Como se mencionó, el tiempo libre que tienen es justamente un bien que escasea. Sus tareas arrancan varios días antes del comienzo del torneo y cuando ya están los jugadores, la jornada empieza al amanecer y puede continuar hasta entrada la noche.
Así lo explica Rodrigo: “La clasificación empieza el sábado y nosotros ya el miércoles estamos acá armando todo. Preparamos las máquinas, calibramos todo para que quede parejo, probamos luces, es como el backstage y ya el jueves o miércoles arrancamos a trabajar desde temprano”.
Y especifica: “Nos fijamos a qué hora entrena el primero, venimos una hora y media antes y nos vamos cuando termina el último entrenamiento o el último partido y a veces nos quedamos mucho tiempo más encordando raquetas”.
Los secretos, la presión y el margen de error “cero”
Para los desprevenidos la tarea de encordar raquetas no es un oficio más, es de suma importancia para el rendimiento del jugador. Un poco más o un poco menos de tensión en las cuerdas de la raqueta puede afectar en gran escala los golpes. Por eso el margen de error es cero, como el propio Rodrigo enfatiza. A eso hay que sumarle que a veces se trabaja contrarreloj porque el jugador puede querer encordar una raqueta mientras está jugando un partido.
“Tenés que ser súper rápido, porque si te la manda de cancha necesita ajustar un poquito la tensión que ya había pedido, por diferentes motivos: puede ser que hayan cambiado las condiciones y necesita ajustar. Pero ahí tenés que tardar 15 minutos, como mucho. En ese tiempo te la tienen que traer del estadio, tenés que sacarle las cuerdas, encordarla, pintarle los logos, que se seque y llevársela a la cancha embolsada. Ahora con los protocolos se la tenés que llevar directamente al jugador”, detalla Rodrigo.
El demorarse, aunque sea unos minutos, no es una opción: “Si no vas te empiezan a llamar los jugadores y se quejan con el juez. Eso es como un llamado de atención, quiere decir que estás tardando mucho. A veces se retrasa porque no tenemos una máquina exclusiva para el jugador mientras está jugando, estamos haciendo raquetas de otro. Entonces una raqueta que recién la empezás no la podés sacar, tenés que terminarla y arrancar con la de cancha. Además, ya están designadas, cada raqueta y jugador con un encordador y una máquina, siempre durante todo el torneo la hace el mismo”, especificó Rodrigo.
Este último detalle tiene una explicación básica: “Si bien somos todos mano de obra calificada, cambian dependiendo de quién la haga. La hacemos bien los tres, nada más que cambia la forma, el estilo. Si bien se intenta estar parecido, somos humanos y cambia”, remarca.
Pero no todo es apuros y retos de jugadores, la idea de su trabajo es hacerlo con tiempo y ajustado a la necesidad de cada uno. Así es como cada jugador tiene sus tiempos.
“Generalmente después de los entrenamientos te dejan las raquetas para el día siguiente y te dicen ‘nosotros jugamos a las 18, así que tenémelas listas para las 16’. Muchos te piden ‘encordámelas mañana’ y otros te piden ‘encordámela y que quede toda la noche lista’, pero son los menos. Generalmente al jugador le gusta que salga de la máquina lo más cercano posible al partido”, puntualiza.
Aunque se vislumbra que el trabajo es clave, no llueven los agradecimientos o reconocimientos. Más bien, todo lo contrario: “Generalmente cuando está bien no te dicen nada y cuando está mal sí te lo hacen saber. Si está bien no son de decirte “che, que buen trabajo”, algunos puede que sí. Te vas conforme cuando no te dicen nada”, agrega entre risas.
Trabajar en torneos de este calibre o el de Buenos Aires también te hace toparte con grandes jugadores, pero eso no es una presión para este grupo de trabajo.
“No hay raquetas que generen más presión que otras. Trabajamos con toda las raquetas iguales. Yo me acostumbré a trabajar igual sea un amateur o un jugador profesional. Tener al jugador al lado te puede generar un poco de presión, pero no pasa generalmente”, especifica Rodrigo.
Su hermano, el mejor maestro
El oficio de encordador tiene mucho (por no decir todo) de trabajo artesanal, es casi un conocimiento que se va pasando de generación en generación. Y justamente en este “pase” es que toma un rol protagónico el hermano de Rodrigo.
“Yo llegué porque jugaba al tenis en Buenos Aires y mi hermano trabajaba en un local de tenis. Le doy gracias a mi hermano que me enseñó todo. Yo iba y estaba en el local antes de ir a entrenar o jugar, veía cómo trabajaba mi hermano y me gustaba. Un día le dije que me enseñe a encordar, me enseñó y tuve la suerte de tener el mejor maestro que me enseño muy bien”, destaca.
Y agrega: “Después fui evolucionando, mirando técnicas por otros lados y te vas aggionarndo porque ha cambiado mucho la forma de encordar”.
Si bien ahora se encuentra trabajando en el Córdoba Open, su trabajo durante el año es más personalizado. “Atiendo a los jugadores que me requieren. Todo el año trabajo de forma privada con la personalización de raquetas. Muchos me mandan las raquetas antes que empiece la temporada y se las preparo”.