Nunca fue muy demostrativo. Su sonrisa parecía forzada pero los que lo conocen sabían que era autentica. Apenas el colectivo que traía al plantel de Atlético Tucumán al Gigante de Alberdi entró la trompa en la cochera empezó el rumor. Y ese rumor fue tornándose en aplausos cuando divisaron que Ricardo Zielinski se asomaba, fiel a su costumbre, por la puerta del ómnibus. Y, apenas volvió a pisar el cemento del estadio, sintió un cantito que lo llenó de orgullo: "Olé, olé, olé, Ruso, Ruso", entonaron los más de 100 hinchas de Belgrano que lo esperaban.
Es que Zielinski es uno de los tipos más queridos de la historia del club celeste. Y así se lo hicieron sentir los hinchas. En la calle, la opinión era unánime: "lo amamos pero hoy hay que ganarle". La reafirmación del cariño al actual DT del Decano tucumano no corrió el objetivo verdadero que es la necesidad de sumar de a tres que tiene Belgrano para empezar a dispararle a esa tabla tan temida de los promedios.
Cuando salieron a la cancha, la ovación replicada por los más de 25 mil hinchas que se llegaron a Alberdi, se hizo ensordecedora. El Ruso Zielinski saludó tibiamente pero, con la entrega de plaqueta como homenaje para él y para el profe Alfonso Meoni, el preparador físico volvió a ser unánime el reconocimiento para un técnico que dejó mucho en Belgrano. Especialmente en el corazón de los hinchas piratas en los cinco años en los que estuvo frente al plantel.
Durante el partido y vestivo como siempre de negro, Zielinski estuvo como siempre: analizando cada jugada y dando algunas indicaciones sin mucha gesticulación y dándose vueltas a pedirles opiniones a sus colaboradores.
De brazos cruzados, con su mano derecha en la pera, o entrelazando sus dedos en la espalda fueron las posturas más elegidas por el DT actual de Atlético Tucumán. O sea, el Ruso fue siempre el mismo. Se salió un poco de su tranquilidad y mesura características con la ovación inicial. Pero, pasado ese emotivo momento, volvió a ser el Ruso que tanto le dio a Belgrano y también a los tucumanos.
En el complemento, a medida que su equipo fue controlando el partido, Zielinski apareció poco. Metió los cambios y se sentó muy seguido en el banco. Y admiró en silencio, como esa hinchada celeste que lo tiene entre sus ídolos máximos, alentaban todo el partido a pesar de estar perdiendo.
Fotos: Mundo D