Reapareció en barrio Müller el sacerdote Mariano Oberlín, conocido por su trabajo para "sacar" de la calle y las drogas a los jóvenes, quien había dejado el barrio luego de que un custodio suyo matara a un joven durante un intento de asalto.
"(La muerte del adolescente) es un golpe terrible que todavía no puedo digerir. Desde la fe trato de entender el camino que Dios me quiere mostrar", dijo el cura a Telenoche Doce.
"Es un tema tan delicado que debo hacer el duelo y esperar a saber qué dice Dios de todo esto", insistió.
El 22 de diciembre, tres días antes de Navidad, dos adolescentes asaltaron a Oberlín cuando cortaba el pasto frente a su parroquia y amenazaron con asesinarlo. Un custodio del sacerdote, que lo protegía dedido a las amenazas de muerte que sufría por narcotraficantes, se enfrentó con los malvivientes y mató a uno de ellos, de 14 años.
El hecho fue tan traumático que Oberlín se fue del barrio y se instaló en un lugar desconocido en la provincia. Recién el fin de semana pasado, luego de dos meses en absoluto silencio, volvió a dar misa en Müller para tantos vecinos que lo extrañaban y lo apoyan.
Si bien piensa regresar los fines de semana al barrio a dar misa, durante la semana Oberlín se dedica a construir "una casa de campo para chicos que necesitan salir del barrio".
"Todo este tiempo acompaño a esos chicos a trabajar en la huerta y en otros oficios. Es un proyecto que teníamos hace tiempo", manifestó sobre esa casa solidaria, cuya ubicación se desconoce.
"Extraño mucho la rutina diaria en el barrio. Al menos ahora vengo a dar misa y la gente más cercana me recibe cálidamente", sonrió.
Oberlín había tomado relevancia nacional el año pasado -el propio Mauricio Macri lo mencionó como un referente contra el narcomenudeo-, a raíz de sus denuncias públicas sobre el abandono estatal en barrios del este de la Capital, obligando al Gobierno de Córdoba a reconocer, a regañadientes, que el paco ya se había instalado en la provincia.
"La idea es seguir viniendo por ahora los fines de semana. Decubrí que al espacio que construimos en Müller lo continúan otras personas. Y eso es una alegría, saber que todo esto no depende de uno, que la cosa sigue adelante gracias a Dios".
"La rutina actual me encuentra trabajando en la casa de campo para los chicos, y rezando mucho en los ratos que me quedan. Es una rutina que me cansa físicamente, pero me permite descansar la cabeza y el corazón. Me permite conectar con lo esencial de la vida, como lo es poner una semilla y ver cómo crecen los frutos. Eso me ayuda a reordenar mi corazón", finalizó.