Ni bien Belgrano publicó en sus portales oficiales que Lucas Bernardi es el elegido para tomar el timón, una oleada de críticas subió la marea en las redes sociales, objetando la decisión de la dirigencia.
Parece al menos injusto que un entrenador que ni siquiera asumió en funciones se encuentre con semejante cuadro previo.
Para los desprevenidos, hay que poner en contexto el ánimo de los hinchas de Belgrano, que desde la salida de escena de Ricardo Zielinski, arrastran una desilución tras otra.
El antecedente inmediato fue cómo un incipiente idilio con Pablo Lavallén se convirtió raudamente, con sólo un par de declaraciones poco afortunadas después de la derrota con Temperley, en desencanto y antipatía inmediato de la tribuna.
Ya había ocurrido con Sebastián Méndez, quien parecía hecho a la medida para Belgrano, y se fue en una confusa retirada que todavía hoy es difícil explicar.
Por estos casos, tan cercanos y traumáticos, la elección del nuevo entrenador de Belgrano iba a resultar compleja. Sobre todo porque la próxima temporada espera un fierro caliente, la permanencia en la categoría, que no cualquiera puede tomar con firmeza.
En la danza de nombres surgió casi de entrada Bernardi, porque Armando Pérez lo tiene en un alto concepto. Y sabido es que más allá de las estructuras y las gestiones a nivel dirigencial y de la Secretaría Técnica, el ex presidente es el que baja el martillo.
Los esfuerzos se habían centrado primero en Eduardo Domínguez, quizá el que más entusiasmo despertó, y el último eslabón fue Gustavo Alfaro, quien ni aún con su presente ganador despejaba las dudas de quienes recuerdan su paso en falso por Belgrano a comienzos de la década del 2000.
Bernardi (40 años), quien comenzó como técnico un año después de dejar de jugar, se inició en Newell's, la escuela de la que abrevó más allá de sus características de volante combatibo. De un flojo inicio en el club rosarino y después en Arsenal, enderezó el rumbo en Godoy Cruz y viene de completar un paso que no fue el esperado en Estudiantes.
Aquella noche en la que desbarrancó la continuidad de Lavallén, en la que el propio técnico advirtió que la impaciencia era demasiada; aquel marco adverso, es lo que deberá domar rápidamente Bernardi. Para que ese murmullo y estas exclamaciones en contra, se vuelvan aliento.