Un abordaje de fondo de la cultura, en su más amplio sentido (desde el sexo, el periodismo y hasta los microcircuitos de la literatura independiente) modelan la propuesta de la revista "Coso", cuya presentación es este viernes y apuesta a un inusual proyecto periodístico "absolutamente desligado de la actualidad", según adelanta Waldo Cebrero, uno de sus fundadores.
La propuesta, que reivindica la revista-objeto en aparente retirada, gira en torno a una idea clara: notas largas, bien escritas, pagadas, bien impresas, ningún vínculo con la coyuntura y con una profundidad reflexiva que sustenta la aspiración de generar "una experiencia de lectura", donde el acto literario o el hecho artístico que se analice no esté atravesado por la fugacidad.
"Desde lo financiero, nada justifica la razón de ser de este proyecto. Pero sí hay una respuesta periodística, una respuesta literaria. Apostamos a que la fuerza del contenido nos ayude a sostener el proyecto", explicó Cebrero.
La revista, de publicación bianual, está disponible desde este 20 abril en puntos de venta de todo el país y a través del sitio www.coso.com.ar. Su presentación formal es este viernes desde las 19.30 en el Centro Cultural España (Entre Ríos 40), en la capital cordobesa.
A propósito del lanzamiento, uno de los fundadores de "Coso" contó los alcances de la publicación y la oportunidad de su lanzamiento en medio de una crisis de la industria periodística.
-El medio periodístico profundiza cada vez más el formato de notas breves, con espectacularidad y en formato digital. ¿Cómo se explica, bajo esa tendencia, lanzar una revista en papel y ajena a la coyuntura?
-Waldo Cebrero: No hay una respuesta financiera que pueda parecer razonable para explicar esta revista; pero sí la hay en términos periodísticos y literarios y esa es nuestra apuesta. Es un proyecto que lanzamos con Juan D'Alessandro, bajo la idea de hacer la revista que hubiéramos soñado, con contenidos de calidad, lo cual implica necesariamente que hay que pagar las colaboraciones, a diferencia de muchos proyectos culturales que ya existen y que se hacen sólo con esfuerzos voluntarios, porque los recursos son pocos. En el primer número de Coso trabajaron 50 personas. Será un producto que exige abandonar el teléfono, que tiene que leerse con las dos manos, que -de lado a lado- tiene medio metro. Te demanda leerla en un lugar cómodo. Queremos que sea una ventana a otra cosa hacia afuera de la vorágine de la coyuntura. Y que no sea una revista con una mirada pedante que diga "la cultura pasa por acá" o que se proponga como la cara contraria de otros medios. Que sea una revista de crónicas, de notas bien escritas. Con ficción, con poesía, con relatos breves... El primer número tiene un dossier dedicado al sexo, no desde una mirada marketinera, sino desde todos los lugares en los que es posible abordarlo desde el pensamiento y la literatura.
-¿Ese lugar estaba vacante en el periodismo cultural?
-WC: Hay muchas propuestas digitales que valoramos pero el formato digital en algún punto supone también un vínculo con la actualidad. Naturalmente hay ejemplos que ocupan un lugar en el que podemos emparentarnos, como Anfibia, o algunas cosas de lo que todavía hacer el suplemento cultural de Página 12 (Radar), u Orsai, pero nosotros no tenemos espaldas para trabajar la actualidad de esa manera. Pensamos en otra forma de goce, que está en el acto primario de la lectura. Tenemos, sí, un espíritu en la forma de trabajar que está vinculado a experiencias que conocemos, como la editorial cordobesa "Llanto del mundo", orientada al cómic, que cerró. Y el apoyo de Isaías Goldman y la editorial Recovecos, que ayudan a que la impresión en papel no sea una aventura imposible.
-Los dos fundadores del proyecto trabajaron en experiencias tradicionales del periodismo. ¿Este proyecto puede ser leído como una reacción a su paso por las redacciones?
-WC: De algún modo ambos fuimos expulsados de la industria de medios. En mi caso luego de trabajar en el Grupo Szpolski y en el de Juan aceptando un retiro con el diario Día a Día de Córdoba. Seguramente hay otras formas de seguir vinculados con el periodismo, pero difícilmente haya alguna tan placentera de apostar por un proyecto en cuyos contenidos verdaderamente confiemos. Soñábamos con convocar a Juan Forn, por ejemplo, y lo hicimos. Convocamos a periodistas agobiados por la coyuntura para que escribieran textos ajenos a su rutina. A personas ajenas al oficio de escribir, pero que tenían mucho para decir, y a los que conectamos con editores profesionales para que trabajaron sus textos; y obviamente a periodistas jóvenes y a escritores con propuestas que no se pueden condensar en 40 líneas. Sabemos que vamos a contramano de la tendencia. Pero el hábito de la lectura no está extinguido. Proponemos restaurar un goce perdido.