Cómo ser optimista con el método del frasco

El cerebro se puede entrenar para pensar en positivo. El frasco de la felicidad es un método que convierte a una actitud optimista en una poderosa arma para superar obstáculos.

Cómo ser optimista con el método del frasco
En qué consiste el método del frasco de la felicidad\u002E

Por Alejandra Boldo.

El cerebro tiende a recordar siempre las cosas malas antes que las buenas. De algún modo, el costado pesimista de la memoria le termina ganando la batalla al optimismo. A eso se le suma que cada pensamiento deja una huella, por lo que el resultado siempre será negativo para lo positivo.

Como sea, y más allá del juego de palabras, lo cierto es que si el cerebro logra aferrarse a los buenos recuerdos, olvidando lo feo o negativo, le será más fácil a las personas lidiar con situaciones desagradables, superar obstáculos y tener una actitud positiva ante la vida.

Sin embargo, como todo, el ejercicio es la base fundamental. El cerebro humano aprende básicamente mediante el método de ensayo y error, por eso es importante entrenarlo en positivo. Y eso se logra desde la primera infancia. Cuanto antes se acostumbre un niño a ser optimista, más herramientas tendrá para afrontar el pesimismo.

En ese sentido, el frasco de la felicidad es una curiosa pero efectiva rutina para entrenar el cerebro de los niños en positivo. Fue ideada por la filósofa y divulgadora británica Elsa Punset, una de las principales referentes en la aplicación de la inteligencia emocional como herramienta para el cambio positivo.

Consiste en escribir todos los días, en un papel, algo bueno que haya pasado durante la jornada y guardarlo en el frasco. El tiempo que se tarda en escribir ese suceso permite que el cerebro lo recuerde, y lo deje fijado. Así, ese pequeño gesto se vuelve una rutina. Cuando el recipiente se llena, se sacan los papeles y se leen todos los mensajes positivos.

Además de entrenar al cerebro de una forma correcta, este método permite generar en los más pequeños confianza y vínculos seguros.

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Al respecto, consultada por Día a Día, la psicóloga especialista en crianza Maritchu Seitún subrayó que así los chicos van a tender naturalmente a ver el vaso medio lleno en lugar de medio vacío.

"Es importante también ver cuán positivo es nuestro pensamiento, porque ellos aprenden por imitación. Y acompañarlos en lo que sienten cuando tienen pensamiento negativos para que puedan, de nuestra mano y con nuestro apoyo llegar a pensamientos positivos", agregó.

Sobre los beneficios para el cerebro de poner en práctica este sistema, Claudio Waisburg, neurólogo infantojuvenil, detalló que el recuerdo de algo concreto provoca el olvido de un recuerdo similar pero perturbador, ya que el cerebro reprime activamente los recuerdos que compiten.

"El optimismo científicamente comprobado se puede trabajar y entrenar. Para tener un cerebro saludable y positivo, hay que tener una alimentación balanceada, dormir bien, mantenerse en forma, realizar actividad física. Todo lo que hace bien al corazón, hace bien al cerebro", completó.

Más positivo

Educar un niño positivo es formar un adulto confiado, con esperanza en sí mismo y con mucha energía para vivir. Por eso, cualquier táctica en ese sentido redunda en beneficios. Ambos especialistas consultados coinciden en que vale la pena activar el frasco de la felicidad.

"Guardar cada día un papel donde escribimos algo positivo que nos ocurrió en el día nos ayuda a recordarlas, a atesorar esas cosas buenas en nuestro cerebro. Y es probable que nos ayude a positivizar nuestras actitudes", confió Seitún.

"Este procedimiento refuerza la actitud positiva que muchos niños presentan de manera natural, y la genera en los casos que no sea así. Y trata de mostrar cómo enfrentar problemas desde un punto de vista optimista. Porque una actitud positiva sirve para transformar situaciones adversas en favorables", precisó Waisburg.

De todos modos, la experta en orientación a padres advirtió que a veces el pesimismo o la actitud negativa son la cara visible de otras dificultades que hay que abordar primero (autoestima baja, falta de confianza, inseguridad, miedos, vínculo de apego inseguro), antes de armar y empezar a llenar el frasco de la felicidad.

Se nace o se hace

Para el neuropediatra, hay personas que son optimistas por naturaleza y se enfrentan a los problemas, superándolos, y hasta se fortalecen frente a la adversidad. Pero hay otros que tienen pensamientos tóxicos, aunque la neurociencia puede ayudar para mejorar.

"Como dijo Oscar Wilde, la mejor forma de hacer buenos a los niños es hacerlos felices”, sostuvo el neurólogo.

La psicóloga, por su parte, insistió en que una persona se hace optimista. "En el vínculo confiado y seguro con los padres se va gestando una visión optimista y positiva del mundo. Porque el niño sabe que las cosas van a estar bien y confía que va a poder lograr lo que quiere".

En uno de sus libros, Criar hijos confiados, motivados y seguros, Seitún describe al optimista como una persona que confía en el mundo y en la gente, y relaciona esa postura con un apego seguro y una adecuada confianza básica.

"Esas experiencias suficientemente buenas son un don que le podemos ofrecer a nuestros hijos, ya que su estilo de confianza y de apego teñirá su vida y sus relaciones. Funcionan como una fuente de calorcito en el alma, que nos permite sentirnos acompañados y transitar por la vida tranquilos", recordó la especialista.

Cómo se hace

» Elegir un frasco de vidrio, o trasparente. Lo ideal es que se vea el contenido.

» Se puede colocar un rótulo con la leyenda "frasco de la felicidad".

» Colocar el recipiente en un lugar visible de la casa.

» Cada integrante de la familia, niños y adultos, deben escribir todos los días algo bueno que les haya sucedido, y colocar el papel dentro del frasco.

» Alcanza con pequeñas reflexiones, como un gesto cordial de un vecino, el alfajor preferido, un abrazo.

» Cuando se complete el frasco, se pueden leer todos los mensajes en familia. Y volver a empezar.

Qué beneficios tiene

* El niño aprende a reflexionar sobre las cosas buenas.

* Se aprecian los pequeños detalles.

* Escribir permite que el cerebro fije esa idea. Si es positiva, mejor será.

* Los chicos pueden diferenciar los problemas grandes de las vicisitudes intrascendentes.

* Mejora la comunicación en el entorno familiar.

* Se educa el agradecimiento.

* La técnica no es exclusiva de los más chicos. Se puede practicar a cualquier edad.