Se iba para Tucumán, con Atlético de destino. Y habría quedado inconclusa la promesa a su viejo, el que lo hizo de Talleres en General Cabrera, donde lo común era ser de Boca o de River.
Por una epifanía, o por el propio Destino (así, con mayúsculas), atendió el llamado de Andrés Fassi y cambió el rumbo. Recaló en barrio Jardín y el sueño empezó a corporizarse.
“Vengo a ascender y a retirarme en Talleres”, anunció con el convencimiento que otorgan 20 años de carrera. Apretó los dientes cuando hubo que hacerlo, aún con la mandíbula rota en el primer entrenamiento.
Apretó los puños cuando en Floresta parecía postergarse el sueño de subir a Primera. Y apretó los ojos, cuando convirtió aquel gol que ya es histórico. Los apretó fuerte, y lo mismo le rodaron las lágrimas.
Promesa cumplida al viejo. La primera parte, la de volver al fútbol grande con la camiseta albiazul. Falta la otra parte, la del retiro, porque nadie quiere que se vaya de las canchas, del club, de Talleres.
Porque llegó hace apenas un año y medio, y parece que el Cholo hubiera estado toda su vida en la T. Ya habrá tiempo para cumplir el resto de la promesa, Maestro. Su viejo le debe estar haciendo un guiño...