Su nombre de fantasía era Ezequiel Navarro. Decía que vivía en Recoleta con su mamá y sus hermanitos -para lograr ser invitado a las casas de sus víctimas- y que trabajaba en un local del Recoleta Mall, en una marroquinería de Plaza Francia o en un local de ropa de Avenida las Heras.
Así, lograba encontrar hombres que tuvieran un gusto por la buena ropa, productos importados y tecnología. Cuando lograba concertar una cita con los hombres que conocía a través de apps de conquista, iba a sus departamentos siempre bien vestido, en taxi, y con una botella de vodka, contó Clarín.
La realidad era que vivía en Ituzaingó, que tomaba el tren para llegar a la Ciudad y que su objetivo era robarle a sus citas. Se llevaba electrodomésticos, computadoras, ropa y hasta los calzoncillos importados. Todo le ayudaba a seguir manteniendo su mentira.
"Me decía que era muy tranquilo y que no le gustaban los lugares del ambiente gay, que no se sentía cómodo porque no estaba tan asumido", contó una de sus víctimas. Ezequiel nunca quiso salir con ellos a lugares públicos.
"Después de hablar como seis meses, fuimos a un bar. Se lo notaba incómodo, miraba para todos lados. Yo pensé que tenía miedo de encontrarse con alguien, después me di cuenta de que no quería que lo vieran otros chicos a los que les debe haber hecho lo mismo que me estaba por hacer a mí", recordó otra víctima.
Ezequiel preparaba tragos con el vodka que él mismo había traído, dormía a su víctimas y aprovechaba para robarles todo.