La historia de Marcelo Almirón comienza triste pero tiene un final feliz. Marcelito, como le dicen, era analfabeto y vivía en la calle en Almagro, pero un encuentro con los voluntarios de Amigos en el Camino le cambió la vida para siempre.
Hace alrededor de dos años, Marcelo conoció a Mónica Russis (53) y a algunos compañeros de la organización mientras hacían un recorrido nocturno para entregar abrigos a las personas en situación de calle.
"Lo empezamos a visitar cada jueves a la noche, y él siempre nos esperaba con una sonrisa, a pesar de sus pocas palabras. Le llevábamos frazadas y platos de comida, pero él siempre nos pedía lo justo: si le queríamos dar dos, decía que con una le alcanzaba y que el otro se lo diéramos a otra persona", cuenta Mónica a La Nación.
Gracias a la intervención de Amigos en el Camino, actualmente Marcelo cobra un subsidio que le permite costear una habitación de hotel para vivir, trabaja limpiando vidrios de autos y locales y asiste a la escuela. Está tan agradecido, que se sumó al grupo de voluntarios y ahora recorre las calles ayudando a los que lo necesitan.