Sin querer y solo por no poder cruzarnos antes, me topé de nuevo con mi amigo Juan Osvaldo, de caminar tranquilo y de mirada profunda como buscando siempre algo, y a fue así, que entre el “hola” y el “como te va” su historia esta vez, como me dijo, “tiene que ver con el corazón.
Cada día que lo veo me despierta eso de que será lo que tiene esta vez, y sin lugar a dudas esta historia es muy particular, y me cuenta... “nos conocimos la tarde que prácticamente invadimos su casa, porque esta vez éramos cuatro, los compañeros de siempre, Luis Arias, Raúl Ferreyra, Luis Páes y yo. Después del saludo cordial, nos invitó a pasar y ya sentados alrededor de su mesa nos contó de los lindos recuerdos que tiene de su infancia en el campo, de la gran familia que eran, de sus primos y de lo bien que se siente estar en contacto con sus ex compañeros de colegio”.
“Se reconoció ser muy creyente en Dios, pero no practicante. Nos contó también cómo y donde conoció, por intermedio de una amiga de ella, a Eliana hoy su esposa, de esto hace doce años atrás. Se unieron en santo matrimonio, con los sueños propios de todo recién casados: construir una familia y también quizás tener su propia casa. Como el sueño de construir la familia, tardaba en concretarse, fue Eliana, quien le habló y lo convenció de la posibilidad de adopción, siempre pensando en un bebe pequeño o de corta edad”.
Juan agrega en su relato “cuando por la tan mencionada y conocida burocracia argentina, y después de haber golpeado tantas veces la puerta de organismos estatales con el propósito de adoptar el sueño parecía diluirse. Ellos otra vez por amigos, conocen un hogar de niños carenciados donde comienzan como colaboradores de tan noble tarea, sin pensar que es allí donde encontrarían lo que buscaban.
“Decime que se siente cuando te dijeron por primera vez papá” le pregunté, fue ahí cuando Víctor, un gringo fortachón de ojos celeste y de manos curtidas de tanto trabajar la tierra, hace silencio, tarda en contestar, en esos segundos interminables donde el único sonido que se siente es el replicar de la máquina fotográfica de mis compañeros, lo miro a la cara, y él con sus ojos celestes humedecidos por los recuerdos y ya casi de color blanco, balbucea, “Que éramos familia”.
“Fue así como nos contaron el proceso por el cual debieron pasar, (psicólogos, charlas, adaptación etc.) para llegar a la adopción y que él por sus propias palabras recomienda para parejas en su misma situación. Fue así como son bendecidos por Dios, con la adopción de dos niñas de 7 y 9 años, hoy ya casi señoritas y hermanas entre sí. Pero Dios sabe porque nos otorga dones, Víctor pasó por otro momento único e indescriptible con palabras, fue cuando un tiempo después de haber conocido a quienes hoy son sus hijas, de las cuales se siente orgulloso de que lleven su apellido, una de las niñas le dijera: ¡Víctor! ¡Yo quiero que seas mi Papá, fue ahí cuando triunfó la fuerza del corazón y ellos juntos emprendieron el camino de ser la gran familia que hoy son”.
Y José y termina su relato, “detrás de un gran hombre, siempre hay una gran mujer: Eliana, que junto a Víctor soñaron y lucharon por tener una gran familia. Fue así como conocimos a Víctor Pastor, Eliana Francese y sus hijas, ahora que el Día del Padre que se aproxima, espero que haya muchos Víctor que con fuerza y voluntad inicien el camino de la adopción, porque siempre hay un niño necesitándolo. Nos despedimos, como siempre fotos previas. Y una vez más con otra lección aprendida, la de la fuerza del corazón”.
Relato Autor: Juan O. Avila / Fotografías: Luis Arias, Raúl Ferreyra y Luis Páez.