La contradicción de las políticas de Estado de Donald Trump se refleja en los lujosos hoteles y clubes privados de su imperio ya que muchos de sus empleados tienen pasaporte extranjero y otra gran cantidad son trabajadores migrantes ilegales.
Hay rumanos, sudafricanos, británicos y todo tipo de jóvenes de diversas regiones del mundo que ingresan con visas especiales de trabajadores visitantes. Así ingresan en la temporada alta a comunidades privadas con todos los amenities y durante el día se trasladan en camionetas a los complejos para realizar su trabajo.
Pero esto es una parte de la realidad, la más cordial. Por otro lado hay otra categoría de trabajadores que son los jornaleros ilegales que reclutan los contratistas de Trump en los caminos. Estos contratistas aseguran contar con la verificación de los documentos migratorios o de las tarjetas de Seguro Social y residencia, muchas de las cuales son falsas.
Esto es claro, por ejemplo, en Mar-a-Lago, Florida, donde muchas veces reside la familia presidencial. Incluso el mismo Trump sostiene que operar en esta industria con límites en cuanto a los trabajadores es prácticamente imposible.
Por esta razón en la Organización Trump la contratación de trabajadores inmigrantes quizá esté llegando a su fin. Por las críticas que recibe por este empleo de trabajadores ilegales comenzaron a implementar la eliminación de la plantilla laboral en Florida a todos los que permanezcan ilegalmente en el país.
En marzo, a 7 empleados de mantenimiento en el Trump National Jupiter, el club de golf que Trump adquirió en 2012, se les anticipó la reorganización de la empresa, por lo que les dieron 20 días para comprobar que contaban con los requisitos legales de trabajo. Sólo uno era legal, por lo que todos los demás terminaron abandonando el trabajo.
Algo similar ocurrió en varias propiedades de la Organización Trump desde que The New York Times informó por primera vez que dos mucamas que estaban ilegalmente en el país trabajaron durante varios años cerca de Trump en su club de golf en Bedminster, Nueva Jersey.
En el condado de Palm Beach, que alberga decenas de hoteles, centros de golf y comunidades residenciales, hay una demanda constante de trabajo doméstico, en cierta medida realizado por extranjeros que llegan con visas H-2B de trabajador visitante. Las propiedades de Trump en Florida solicitaron 148 de estos empleados inmigrantes para la temporada de 2018-2019, una cifra mayor comparada con la mayoría de los años anteriores.
Mientras tanto, en todo el país, enclaves de inmigrantes han crecido a la sombra de casas multimillonarias: zonas donde las calles están repletas de hogares mucho más humildes, carnicerías (con nombres en español) y oficinas de giros bancarios desde donde los inmigrantes envían dinero a sus parientes todos los viernes. A diferencia de los que viven en las comunidades privadas, los inmigrantes de esta zona son mayormente centroamericanos, mexicanos y haitianos.
Varias oficinas de empresas de contratación están ocultas en centros comerciales al aire libre. Allí, los trabajadores pueden presentar solicitudes para que los envíen a centros de trabajo en el día, inclusive.
La finalidad de estas empresas es proporcionar empleados temporales y manejar el papeleo, según Richard Celler, abogado laboral en Fort Lauderdale, Florida. Pero ahora, Celler dijo que "se han transformado". Mencionó que los empleadores han optado por administrar a su plantilla regular de empleados a través de estas empresas para reducir el costo del seguro de compensación del trabajador y limitar su responsabilidad. "Es la subcontratación laboral", explicó.
Saben que los inmigrantes que trabajaban ahí estaban en el país ilegalmente, pero este tipo de trabajador no puede reemplazarse fácilmente, ningún estadounidense quiere hacer estos trabajos.
