Disociados de las circunstancias que enrarecieron la campaña y sembraron incertidumbre, los números del escrutinio provisorio parecen por demás contundentes. Mauricio Macri obtuvo ayer un amplio triunfo a nivel nacional que no deja dudas sobre el crecimiento de la base de sustentación política de la gestión, necesitada de un respaldo popular decisivo para completar su mandato hasta el 2019, y hasta pensar en la reelección para un nuevo período.
Pero se equivocaría el Presidente si interpreta que los votos a favor de Cambiemos son todos de adhesión plena a sus políticas. En los comicios de ayer se jugaron varios partidos a la vez, y uno de ellos tuvo que ver con la polarización que enfrentó al oficialismo con el pasado kirchnerista, liderado por Cristina Fernández. ¿Cuántos votos que fueron a Macri y sus candidatos llevaron solamente la voluntad de dejar definitivamente atrás ese pasado de corrupción y maltratos?
Esa pulseada deja también una lectura sobre lo que sucederá de ahora en más con el peronismo. Cuando ayer el extraño vocero de Cristina, Leopoldo Moreau, afirmó que Unidad Ciudadana llegó para quedarse, expresó dos ideas: que la "peronización" intentada en la campaña fue solo un recurso electoral para sumar votos, y que la distancia con el PJ se hará todavía más extensa.
El escrutinio definitivo mostrará que muchos intendentes bonaerenses que le prometieron lealtad a Cristina, propiciaron el corte de boletas para que sus listas de concejales acompañaran a la de Cambiemos. No es una práctica nueva, pero marca con claridad la pérdida de poder y el ocaso político de la expresidenta.
La caída nacional del kirchnerismo no se da en soledad. Varios de los gobernadores peronistas no K, que pensaban proyectarse en una unificación partidaria, y hasta a una candidatura presidencial, como es el caso de Juan Manuel Urtubey en Salta, tuvieron que admitir su derrota. Vendrán tiempos difíciles para el peronismo, que tendrá que dirimir liderazgos, confrontando con el fantasma de Cristina y sus 3 millones de votos.
Después de los números de anoche, la única persona que emerge en condiciones de encabezar el proceso de unificación peronista es alguien que no participó de la elección. Es Miguel Pichetto, el presidente del bloque de los senadores que expresan los intereses y el pensamiento de los referentes provinciales.
Su capacidad negociadora hacia adentro del peronismo tradicional, su disidencia profunda con Cristina, y el rol que deberá jugar frente al oficialismo, lo posicionan de manera inmejorable para aquella tarea de oposición no rupturista. Deberá hacer lo suyo en el peor momento del peronismo en muchos años.
Pero cualquiera sea la suerte que corra la principal fuerza opositora en la búsqueda de recuperar su identidad y representación, la responsabilidad mayor sobre el futuro del país estará sobre las espaldas de Macri y sus funcionarios. El Presidente, con todos los errores cometidos en estos dos años de gobierno, y hasta con sus promesas incumplidas, se ha convertido en un líder político por fuera de los cánones tradicionales.
Cambiemos ha consolidado su presencia en todo el país, mantiene sus propuestas de transformación estructural aunque no haya modificado muchos de los vicios encarnados en el Estado, y agita el entusiasmo de millones de argentinos de mirar para adelante hacia objetivos que parecían imposibles. Reducir la pobreza, crear empleo, combatir la inflación, respetar la división de poderes y los valores de la democracia, son banderas que arrastran adhesiones mayoritarias.
Son todavía objetivos a alcanzar, pero las urnas superaron los temores del ajuste demonizado por la oposición y le ampliaron la confianza a Macri para que los concrete lo antes posible. Eso para el Gobierno es un desafío gigante, no exento de riesgos. El principal peligro que se cierne sobre el oficialismo después de los números de ayer, es el de darle rienda suelta a la soberbia.
El poder es dulce y tentador, más aún si se lo incrementa con la voluntad popular. Sobran ejemplos de experiencias políticas que cayeron en esas redes cercanas al autoritarismo. Nadie le dio ayer ese mandato al Presidente. Le entregaron en cambio una esperanza, compartida con el sueño de una Argentina que hoy está plagada de deudas con sus habitantes.
En el hierro corto de la política, Macri se fortalece más al derrotar al kirchnerismo en la provincia de Buenos Aires. Pero si cree que el camino será siempre vencer al adversario en vez de crecer por sus virtudes, estaremos repitiendo la peor historia. Y eso es algo que Cambiemos dice que vino a modificar. El pueblo se expresó en democracia y se lo recordó con claridad.