Por Fernando Marengo, economista jefe de Arriazu Macroanalistas
Desde las PASO de 2019, los bancos estaban líquidos y pudieron responder a la salida de depósitos sin problemas recurriendo al efectivo disponible, a sus colocaciones en el Banco Central (encajes) y al recorte de créditos en esa moneda.
Hoy, el sistema financiero continua muy líquido: el equivalente al 90% de los depósitos en dólares se encuentra en efectivo en los bancos y depositados en el Central como encaje. Es imposible pensar en un evento de iliquidez con ese nivel de ratio de liquidez.
Sin embargo, la caída continúa explicada por la desconfianza de los depositantes en si esa liquidez se podría utilizar para otros fines dado que los encajes se cuentan como reservas brutas el Banco Central.
La continua pérdida de reservas por parte del Central ante la crisis cambiaria va reduciendo el nivel de reservas netas a mínimos, lo que genera más incertidumbre sobre si se podría utilizar los dólares de los encajes para intervenir en el mercado de cambios, lo que dejaría a los depósitos con un menor nivel de respaldo.
¿Qué debería hacer el gobierno? El retiro de depósitos es producto de la pérdida de reservas que enfrenta el Banco Central para evitar una depreciación brusca del tipo de cambio que impacte en la inflación y en los indicadores sociales.
Esa pérdida de reservas se da porque hay un excedente de pesos (por la emisión para financiar la pandemia) que la economía no está dispuesta a demandar por la incertidumbre de lo que pueda pasar con el tipo de cambio.
El problema de fondo es la monetización del déficit en una economía con un severo problema de confianza. El gobierno debería atender los problemas de fondo, como el déficit fiscal y la desconfianza. Cualquier otra medida es un paliativo.