No es de brindar constantes entrevistas, pero cuando habla, sacude con sus filosas declaraciones. Hablamos de Sergio "Maravilla" Martínez, quien volvió al centro de la escena gracias a la jugosa nota que protagonizó para Enganche, el sitio deportivo de Página 12, en la cual reveló su fórmula del éxito en el boxeo.
"Siempre fui un vendedor de ilusiones y un vendedor de humo. Porque quería ser el mejor. Y para serlo, hay que vender las dos cosas: humo y realidades" aseveró Martínez, quien ahondó en detalles sobre su particular reflexión: "Para que la realidad sea más digerible, hay que ponerle humo. Aunque prefiero más llamarlo ilusión... El boxeo no es el arte de golpear, ni de recibir. Es como el ilusionismo. Es el arte del engaño".
A cinco años de su consagratorio combate ante Julio César Chávez Jr., "Maravilla" se hizo un tiempo para recordar aquella noche gloriosa en Las Vegas: "Cómo olvidarla. Si le preguntás a la gente, yo soy esa pelea. 19.883 espectadores en el Thomas and Mack Center. Volaron tres mil y pico de argentinos. Y se encontraron con otros tres mil y pico que vivían allá. Fue una fiesta".
Aunque confiesa que pasó "un par de años tomando morfina y corticoides" a raíz del "montón de lesiones" que lo hicieron colgar los guantes, Martínez no se arrepiente en lo más mínimo del camino que eligió. "Me entrenó durante muchos años el mejor preparador del mundo (Gabriel Sarmiento): arreglaba huesos como nadie, me dejaba hecho una máquina. Pero claro, él aprendió conmigo. Fui su ratón de laboratorio. Por eso, soy un poco rengo: tengo un centímetro y medio menos de pierna derecha. Me toca, a veces, caminar con muletas. Pero valió la pena. Amo el boxeo. Me dio la templanza y la vida que tengo".
Sin mediar rodeo alguno, "Maravilla" fue más allá y dio su opinión sobre la idiosincrasia del argentino: "Los argentinos somos muy románticos. De mirar muy para atrás. Creemos que todo tiempo pasado fue mejor. Somos egoístas. Y no le damos paso a la gente nueva. La Argentina está como una persona de mediana edad; y a veces tiene carácter de adolescente. No le da bola a los jóvenes porque ´éste pendejo tiene que crecer´ y a los viejos los desplaza: ´llevalo a un geriátrico, enciérralo y listo´. Como dijo un amigo, parece que los argentinos nos tenemos bronca entre nosotros".
Para el final de la nota, el nacido y criado en Quilmes recalcó que él fue "el anti-boxeador, el anti-estilo" porque, a su criterio, hizo "algo diferente". Y en sintonía con su reflexión personal, concluyó: "Y lo que se ignora, se agrede. Por eso me putearon... Están los dos extremos, porque también está el que te convierte en ídolo. Es muy malo que haya ídolos. Cuando uno idolatra, se vuelve radical. Agradezco que me hayan puteado, por momentos, porque de mí se esperaba que salvara el mundo y me agarró (Miguel Ángel) Cotto y me cagó a trompadas".
El presente del boxeo argentino
Pese a que decidió radicarse en España para progresar como pugilista profesional, "Maravilla" Martínez no olvida sus raíces y también fue tajante respecto al momento que atraviesa la disciplina en nuestro país: "Le tengo miedo a la gente que tiene poder y es muy idiota. Hay muchos pelotudos con poder. En el boxeo conozco a muchos tipos jodidos. Se creen que tienen la manija".
En tanto, Martínez describió el punto más flaco de los boxeadores: su personalidad. "Por lo general, los boxeadores son gente muy sumisa, muy obediente y leal. Hay respeto, pero también hay temor. Tratan de darle poder al entrenador. Y el entrenador entonces se creer súper poderoso. Piensa que hizo al boxeador. ´Es obra mía´, dicen. Como un artista plástico que construye una escultura. ¿Y qué pasa en Argentina? El boxeo está a la par de la sociedad. Está ligado a las raíces más marginales, cultural y socialmente hablando. De ahí venimos. No es que el boxeo esté atrasado, ¡todo está atrasado en Argentina!", analizó.