La pandemia de COVID-19 obligó a los ciudadanos de todo el mundo a cambiar los hábitos de higiene. Las mejores formas de prevenir el contagio son mantener las manos limpias, las superficies desinfectadas y, la más difícil, no llevarse las manos a la cara.
El motivo es que el contagio se da a través de la mucosa por lo que, al tocarnos el rostro, corremos el riesgo de que el virus ingrese a nuestro organismo ya sea a través de la nariz, los ojos o la boca. Pero lo cierto es que es muy complicado no tocarse la cara porque lo hacemos como un simple acto reflejo. ¿Qué dice la ciencia al respecto?
En diálogo con Clarín, el director médico de Cites-INECO (Instituto de Neurología Cognitiva), Maximo Zimerman, explicó: "No tocarse la cara de la manera que lo venimos haciendo ahora requiere de una reorganización cerebral. No está medido, implica años. Pero si de manera racional, a conciencia, hoy dejamos de hacerlo, nuestro cerebro, que aprende constantemente, de manera evolutiva hará que, por ejemplo, para una próxima pandemia no sea necesario explicarle al mundo que no se toque la cara. El mundo ya no se estará tocando la cara".
Respecto al dilema de si se trata de un hábito natural o adquirido culturalmente, señaló que estas conductas "tienen que ver con la cultura, sí, pero a la vez con cierta frecuencia de movimientos, conocidas como conductas repetitivas. Tocarse la cara es lo mismo que mover la cabeza (sí, tampoco no nos damos cuenta de que lo hacemos sin razón), tocarse el pelo o cruzarse de piernas", detalla. Todo eso se acentúa en quienes tienen un trastorno obsesivo compulsivo (TOC). "Pero todos -remarca- lo hacemos".
El especialista remarcó que "el circuito que engloba esta conducta repetitiva de tocarnos la cara es muy complejo y no está totalmente esclarecido a la fecha. Se sabe que regiones del cerebro como la corteza motora primaria, corteza pre-motora y núcleos subcorticales están implicados comprometiendo neurotransmisores exitatorios e inhibitorios. Este hábito forma parte de conductas repetitivas centradas en el cuerpo y se incrementa ante situaciones de estrés".
A pesar de que parece complicado, cambiar este hábito es sumamente posible y necesario. "Que dejemos de tocarnos la cara puede darse de manera conciente o cuando esta pauta se incorpore desde lo inconsciente o automático. Los humanos tenemos esta conducta repetitiva. Si no ejecutarla no puede racionalizarse y automatizarse por parte del individuo, a pesar de que pasen muchos años, no lo vamos a poder evitar", detalló.
A continuación, algunos consejos del Departamento de Medicina de NYU Langone Health de Estados Unidos para dejar de tocarnos la cara:
-Tener a mano una caja de pañuelos desechables. "Cuando sentís la necesidad de rascarte por picazón, frotarte la nariz o ajustarte los anteojos, agarrá un pañuelo y usalo en lugar de tus dedos", dice el informe.
-Identificar qué lo detona. En el sentido de razonar en el porqué de llevar los dedos a la cara para encontrarle el "sin sentido".
-Mantener las manos ocupadas. Una lapicera puede ser un gran aliado si las manos están correctamente limpias y no se lleva a la boca.
-Tranquilizarse. Como explicó Zimerman, una de las posibles causas de este hábito es "calmar la ansiedad". Sin ansiedad, hay menos dedos en la cara.