Pinceladas Literarias: “En Cuatro”

Un nuevo cuento de Valentina Pereyra.

Pinceladas Literarias: “En Cuatro”
Pinceladas Literarias: “En Cuatro”

Vía Tres Arroyos te presenta una nueva entrega de “Pinceladas Literarias” con un nuevo cuento de Valentina Pereyra. En esta ocasión presentamos

En cuatro

En el despacho presidencial, todavía en penumbras, la junta decide el futuro de Argentina. Dylan ocupa el sillón frente al balcón, Balcarce el de Rivadavia y Conan los escucha sobre el escritorio. Los tres se ponen de acuerdo y llaman a la médium Alicia Mohamed para que los ayude con el comunicado que tiene que salir lo antes posible. El reloj de péndulo taiwanés, herencia del menemismo, toca tres campanadas, cuatro más y el nuevo presidente abrirá por primera vez la puerta del despacho.

Balcarce, de los tres el más fiero, el menos amigable y con más calle, propone unir sus mentes para convocar a Alicia, la veterinaria médium de la que tanto les había hablado Conan. Empuja con el hocico el teléfono blanco hacia el medio del escritorio, mueve la cola y gira alrededor del aparato. Conan se esconde debajo del sillón de Rivadavia mientras que Dylan deja la guitarra en el mueble de los objetos perdidos, sacude el pelaje y se sienta en la alfombra sobre las dos patas traseras arriba de una Casa Rosada bordada en gobelino dorado. Conan sale de abajo del sillón, busca un buen lugar y se estira sobre el balcón al que llaman “el de Perón y Evita”; Dylan lo acusa de hereje, pero él defiende su postura. Dice que tiene el poder divino que le bajó del cielo y que su amo lo ungió cuando invocó al Supremo para que le otorgue poderes. Balcarce se acerca para recordarles quién está al mando.

Una vez en ronda, Conan gime, gira sobre la alfombra, echa baba gris que le corre por el pecho y se la lame; encorva el lomo e invoca al espíritu de su hermano fallecido hace unos años. Balcarce relojea el panorama atento a que nadie se acerque al sillón de Rivadavia y Dylan suspira esperando el milagro. De pronto, el timbre del teléfono saca del trance a Conan que se para con la mirada fija en el aparato; Balcarce salta al escritorio y descuelga el tubo; Dylan aúlla suave y melancólico. Los tres escuchan a Alicia.

- Conan, ¿me llamaste?

- Ali, estamos acá los tres, necesitamos que nos escuchen.

- Escucho sus corazones; necesito que todos estén atentos y conectados.

- Queremos que escribas o grabes el comunicado que pensamos preparar.

- Hablemos a calzón quitado. De lo demás, me ocupo más tarde.

Los tres perros, sobre el escritorio presidencial, rodean el teléfono y atienden los concejos de la médium. Ella les pide que cierren sus ojos y que visualicen los momentos en los que cada uno entró por primera vez a la oficina principal de la Casa Rosada. Dylan cuenta que aunque nació en Pilar se adaptó a Puerto Madero cuando su amo se mudó, pero nunca se halló cómodo en la Casa de Gobierno. La vice presidenta lo echó ni bien se asomó a su despacho y, con los años, lo fueron ladeando del resto de las oficinas. Alicia interrumpe el relato de Dylan, antes de que sus compañeros se malhumoren, y le pide a Balcarce que comparta su experiencia. Él también se siente presidenciable, así lo manifiesta, aunque sabe que por callejero, los otros dos quieren desconocer su linaje. Sin embargo, fue el primero en ocupar el sillón de su amo e impartir las órdenes al gabinete ingresante. Prefería mantener su facha de reo y ganarse al populacho, pero sin soltar su pedigrí. Conan gruñe, no le gusta que lo dejen para lo último, es un libertario, un defensor de los derechos privados y necesita diferenciarse de los dos que lo antecedieron.

Alicia les pregunta por el objetivo de la reunión. Los tres saltan de nuevo hacia la alfombra y giraran alrededor del bordado de la Casa Rosada, no sin antes cuestionarle a Conan haberse hecho pis sobre el balcón de la victoria. Balcarce olfatea la cola de Conan y éste se mueve con torpeza hacia el centro de la alfombra. Dylan quiere agarrar nuevamente la guitarra, pero un escalofrío de garrapatas lo atraviesa y tiene que rascarse detrás de la oreja. La médium los convoca para que vuelvan a la ronda alrededor de la Casa Rosada de gobelino.

- Percibo sus emociones, lo que sienten físicamente, sus imágenes mentales, olores, sensaciones... ¿Necesitan que convierta eso en palabras? ¿A quién quieren que se lo traduzca?

Dylan se queja de los que lo dejaron afuera y no pierde tiempo en culpar de su fracaso a la pandemia de garrapatas y virus que soportó los últimos dos años y a su compañera, la caniche cascarrabias que había heredado del gobierno anterior. Balcarce dice que él tiene que presidir la Junta y que no va a permitir que en esa oficina se desconozca su poder. Conan les recuerda que, de ahora en más, llevará la banda y que la única salida es unirse para voltear a sus amos de una vez por todas e iniciar, como Dios le había mandado, el nuevo reino de los canes presidenciales.

Alicia los interrumpe para recordarles que solo ella puede escucharlos y que el presidente entrará a las siete en punto a su oficina y ellos volverán a ser tres caras bonitas de Instagram y que los olvidarán con el siguiente Tik Tok de los otros hermanos de Conan, clones idénticos, dispuestos a destronarlo a la primera de cambio.

- ¿Por qué no arman un gabinete de unidad? Conan, vos ya reencarnaste, estuviste con tu amo más tiempo que tus hermanos, podes organizarlos para que Murray sea el que le dé las ideas de economía, Lucas le muestre el futuro y lo haga aprender de los errores.

- ¿Para qué traes a esta discusión a mis hermanos? Necesitamos resolver el problema que tenemos nosotros, si los dejamos avanzar, para finales de febrero nos meten a todos juntos en alguna reserva natural.

Balcarse gruñe y dice que Murray y Lucas se pongan a la cola porque el gabinete lo va a presidir él y si Dylan se atrinchera, le darán un pase a España, o a Italia, para que vaya se acollare con el Papa, al fin y al cabo, es mucho más cool ser de la Santa Sede que de la Casa Rosada.

El reloj de péndulo taiwanés suena una vez más, son las cuatro y los perros no tienen resuelto el dilema. Conan le pide a Alicia que los ayude a abrir el canal de luz, tal como lo hace con su amo. Tiene la esperanza de volver a encontrarse con el economista muerto, Murray Rothbard, para que los asesore y así, tener una carta de negociación con sus tres jefes. Alicia intenta la comunicación, pero el viejo Murray no quiere saber nada con intervenir en economías tercermundistas. Pero, logra abrir el canal para comunicarse con Castelli, el de la Primera Junta y les pasa el mensaje.

El revolucionario les dice que cuiden muy bien dónde meten sus lenguas y que intenten negociar según el rango de cada uno. Dylan, podría ir a una embajada; Balcarce no debe alejarse demasiados del sillón de Rivadavia, podría ser un buen asesor diplomático honorífico y Conan tiene que estar a cargo de las privatizaciones. Castelli les relata los pormenores de las invasiones inglesas, la importancia de las mujeres en la lucha y, les pide que no desestimen a ningún negro porque con ellos se haca la Patria. Antes de cerrar el canal, Castelli solicita decir unas palabras finales: “no se atrevan a morder la mano del que les da de comer si quieren el triunfo”, finaliza.

Balcarce le clava la mirada a Conan que agacha la cabeza y se refriega el hocico entre las patas. Dylan mira por el ventanal que da a la plaza y avisa que la luz empieza a colarse detrás de la estatua de la libertad. Buscan sus tazones, toman agua, se sacuden el pelaje y vuelven a acercarse al teléfono para escuchar las últimas advertencias de Alicia. Les explica que no pueden ser los tres al mismo tiempo perros presidenciales; la alternancia hace que deban cumplir el rol por períodos, uno detrás del otro. Desde ayer, dice la médium, es el amo de Conan quien preside el país, les recuerda que el mandato le bajó del mismísimo Dios que le encomendó la misión de ingresar a la política y no parar hasta ser presidente de la Nación.

Alicia les pide que reflexionen: les dice, sin anestesia, que son pocas las chances de que tengan éxito en su Junto porque: ¡qué fuerza tiene un callejero que se adueñó del nombre de la calle donde funcionaba el PRO, la alianza que llevó a su amo al poder! O cómo se haría respetar un collie guitarrista con identidad de cantante y autor activista defensor de derechos humanos. O el que tiene nombre del bárbaro inventado por Robert E. Howard que, como el personaje, quiere liberar a la Argentina a los ladridos. Conan pone fin a tanta cháchara y antes de colgar el teléfono, le pide a Alicia un último pensamiento comunitario.

La médium los organiza de manera tal que, uno a uno, suben al sillón presidencial y por unos minutos visualizan sus futuros. Alicia les traduce según las expectativas que cada uno le muestra. Dice que como a Dylan le gusta guitarrear, ella propone que vaya de gira por el mundo como ministro de Cultura y Espectáculos y que sea el encargado de traer buenos artistas internacionales para mantener al pueblo entretenido mientras se produce la debacle irremediable. Luego le sugiere a Balcarce acollararse a su amo antes de que se lo devuelva a la secretaria que lo encontró tirado y, una vez cerca de él, le aconseje que lleve el dinero a los paraísos fiscales y salvarse de los próximos acontecimientos económicos. Pero, en el mientras tanto, podría acompañarlo como el perro del hortelano. Para Conan tiene un lugar de privilegio, será el encargado de transmitir los mandatos que sus antepasados tienen para comunicar y, además, deberá ocupar las sillas vacías en cada acto de gobierno para recordarles a los incrédulos que, aunque no lo veamos, él siempre estará.

Balcarce salta al escritorio y mueve con el hocico el teléfono que se cae al suelo y estalla en mil pedazos, las campanas del reloj dan las siete y los pasos perdidos en el hall de entrada se aproximan. Los tres animales saben que no le mostraron a Alicia el ciento por ciento de lo que sienten, solo aquello que quisieron que ella supiera. Son animales con voluntad e intención: la intención de gobernar.