Es verdad, Todos tenemos un alma, pero la de David Arevalo se encendía cada vez que subía a un escenario. Tenía siempre ese “algo” que le daba un plus a su voz áspera con la cual nos deleitó en los escenarios de la ciudad.
Cocinero, Mozo, cantante. Servicial y buena gente. Con un plato, una bandeja o una guitarra David regalaba lo mejor de sí, siempre con una sonrisa dibujada en sus labios o en sus gestos.
Rezaba por los demás, aun cuando la propia salud comenzó a jugarle una mala pasada, condicionándolo poco a poco. Fe que mantuvo y nunca perdió.
Varios recitales solidarios realizaron sus colegas cantantes para ayudarlo a palear la situación, recibiendo de toda la comunidad artística y del público tresarroyense, el apoyo, el cariño y la solidaridad que su hombría de bien se merecía.
Nunca se quejó de sus males, ciertamente inmerecidos, evitaba siempre los conflictos innecesarios y actuaba siempre de conciliador entre las partes cuando las circunstancias lo ameritaban.
Fue en “Barreto” aquel pub que estaba ubicado en calle Maipú al 200, pegadito a Mikonos, donde entre whiskeys, guitarreadas y anécdotas entablamos una linda relación.
En aquellas noches de domingo, mientras actuaba, desde nuestra mesa siempre había un pedido especial, “Aún sigo cantando” de los Enanitos Verdes, siempre amagaba con tocarla, comenzaba a tocar las primeras notas de la canción, hacía una pausa y cantaba otra cosa, regalándonos siempre una sonrisa pícara por su broma, ante una situación que se repetía domingo a domingo. Un día no se la pedimos, y ese día la cantó.
Me quedo con ese recuerdo, con algunas sabias palabras que supo decirme en alguna charla.
Siempre tuvo un consejo a mano: para el canto, para la cocina, para la vida. Desde como preparar un matambre, hasta cómo transitar y lidiar con las vicisitudes de la existencia.
Contador de historias, cada anécdota de su vida, estaba llena de sabiduría y de risas a granel.
No fuimos amigos, pero siempre fue capaz de brindarme lo mejor de sí cada vez que nos encontramos.
La noticia de su partida, aquel 24 de noviembre de 2020 nos atravesó a todos aquellos que alguna vez tuvimos la suerte de conocerlo. Y en este traspaso desde lo terrenal a cielos más justos se habrá apagado primero su voz, luego su sonrisa y por último su fe.
Allá arriba, en ese pedazo de cielo que le tocó en suerte, amplio como su corazón, seguirá rasgando guitarras, cautivando ángeles con su voz áspera.
Habrá cocinado manjares y preparado el salón, habrá armado “la bata” y organizado la peña para recibir a su queridísimo Diego González, para juntos, seguir alegrando la eternidad.
Allá arriba, donde todo es más lindo y más justo, David Arevalo, aún sigue cantando.
Nota de Redacción: nota original publicada el 24 de noviembre de 2020, reescrita con modificaciones para la ocasión.