Difícilmente los menores de 40 años puedan imaginarse la vida sin cosas que hoy le resultan imprescindibles y totalmente normales.
Hablamos por ejemplo del celular, de la conexión a internet o del home banking entre otras muchas cuestiones.
Difícilmente puedan imaginar lo que significaba quedarse sin plata o efectivo un fin de semana (salvo que no la tuviesen, lógicamente) o que, para retirar efectivo o realizar cualquier trámite bancario, era necesario hacer cola en la ventanilla de un banco y entablar, cara a cara, una relación con una persona de carne y hueso.
Difícilmente muchos de nosotros, que crecimos sin conocer el celular, la internet y el home banking, hayamos imaginado que, algún día, uniendo esas tres cosas, tendríamos la posibilidad de contar con nuestro dinero, pagar, cobrar y gastarlo a gusto y piaccere, un sábado a las 3 de la mañana o un domingo a las 9, sin movernos de nuestra casa, sin tocar un solo billete, y de ahorrarlo de manera “ficticia” a través de una billetera virtual.
Y volviendo a los menores de 40, difícilmente puedan imaginar lo que significó que a mediados de los años ‘80 llegara a Tres Arroyos una máquina, rara por aquellos tiempos, que revolucionó su época y nos facilitó la vida. Una máquina que nos permitía realizar cualquier operación bancaria durante las 24 horas del día y los siete días de la semana: el cajero automático.
Era aparatoso, hacía ruido cuando se lo operaba y aprender a manejarlo, si bien era sencillo, no era para cualquiera.
Hoy ya los cajeros parecen viejos, cuando buena parte de los pagos y movimientos se hacen desde el teléfono, pero créame, chicos, cuando le digo que a varias generaciones le cambió la vida.
El primer cajero automático nacional “Abaco 24″ apareció en 1979 y poco a poco se fue instalando como novedad en los principales bancos del país.
El cajero automático llegó y se inauguró en Tres Arroyos el 10 de enero de 1986, y no fue ni el Banco Nación, Ni el Banco Provincia, ni ninguna institución bancaria de “alcance nacional” quien lo instaló, fue el Banco Comercial de Tres Arroyos, el primer y único banco propio que tuvo la ciudad.
Pero vamos por partes.
El Banco Comercial de Tres Arroyos
El Banco Comercial inició sus actividades el 2 enero de 1907 a las 10 de la mañana, con un directorio presidido por Sebastián Costa, y acompañado por: Vicepresidente primero, Don Miguel Burón; Vicepresidente segundo, Don Agustín Lizardi; Secretario, Don José Ferrario; Vocales: Marcos González, J. B. Ribot, Juan B. Istilart, F. J. Bellocq, Antonio Rivolta, Domingo Echegoyen, Manuel Hurtado y Félix Ayastuy; Síndico titular, Don Francisco Cantagalli; suplente, Don Carlos Anderberg; Gerente, L. Federico Frugone.
En 1911 se instaló definitivamente en la esquina de Moreno e Istilart.
Por aquellos años y hasta bien entrados los años ‘60 en Tres Arroyos funcionaban cuatro bancos:
- Banco Nación desde 1895
- Banco Provincia desde 1910
- Banco Español desde 1909 (donde hoy se ubica el Santander, Moreno y Maipú)
- Banco Comercial de Tres Arroyos que concentraba y operaba con más del 50% del mercado tresarroyense y el mayor número de clientes. Fue tal su preponderancia que llegó a tener sucursales en Capital Federal y Claromecó.
En 1997 fue adquirido por el Lloyds Bank en su etapa de expansión, quien luego fue absorbido por el Banco Patagonia.
Inauguración del servicio de cajero automático en el Banco Comercial
Varios meses antes de la inauguración, que como ya mencionamos fue el 10 de enero de 1986, el Banco Comercial de Tres Arroyos, anunció con bombos y platillos la puesta en funcionamiento de este nuevo servicio para la ciudad.
Por tal motivo dispuso un horario especial de atención al público, que no interfería con la actividad bancaria diaria, para atender las consultas y gestiones de los interesados en conocer detalles del novedoso sistema pronto a instalarse.
Curiosos, clientes, interesados y público en general, se acercaban cada tarde de lunes a viernes de 18:30 a 20 horas para ser asesorados sobre este nuevo servicio que funcionaría las 24 horas del día durante todo el año, motivo suficiente para entusiasmar a más de uno.
En todas las esquinas se hablaba de la novedad: que se va a poder sacar plata, hacer depósitos, pagar servicios, transferir dinero entre cuentas; que se usa con una tarjeta personal con un código secreto que solo el usuario conoce, por eso si la perdés no pasa nada, y te sirve para usarla en otros cajeros, en otras ciudades y en otros bancos, comentaban los entusiastas.
Sus detractores, en cambio, decían que como cualquier novedad al principio sería bien recibida pero no le auguraban una larga vida ni uso masivo. “Nadie le va a confiar su economía a una máquina”, “una máquina no te explica nada si tenés dudas”, “a una máquina no se le puede reclamar si pasa algo” eran algunas de las frases que por aquellos primeros meses se habían vuelto parte de la conversación en cualquier esquina de Tres Arroyos.
Finalmente, el Banco Comercial de Tres Arroyos inauguró el primer cajero automático de la ciudad.
Del acto inaugural formaron parte el intendente municipal, Jorge Roberto Foulkes; el presidente del banco, José Carrera; el presidente del Concejo Deliberante, Román Botte; personal jerárquico de la entidad bancaria, autoridades municipales y representantes del comercio y la industria.
Hizo uso de la palabra José Carrera quien con orgullo hizo hincapié en los servicios brindados por el Banco Comercial, “un banco sólido, ágil y eficiente, provisto de todos los adelantos modernos que apunta a seguir ocupando en la banca del país un lugar de privilegio, siempre dentro de la conducta seria, sólida y eficiente que tuvo en toda su trayectoria” – indicó en aquel momento frente a los grabadores de la prensa.
Luego se procedió al corte de cinta y fue el intendente Foulkes quien simbólicamente realizó la primera operación en el flamante Cajero Automático.
Origen del cajero automático
La historia cuenta que fue un inglés, John Sheperd Barron, quien inventó el prototipo del cajero automático tal como se lo conoce en la actualidad.
La realidad indica que fue el inventor Luther George Simjian -nacido en el Imperio Otomano y conocido como el “segundo” Thomas Edison- quien patentó el prototipo de una máquina que, colocada en la pared de un banco, iba a permitir realizar transacciones financieras. Fue en el año 1939.
En aquella oportunidad Simjian contó con el apoyo del City Bank of New York y puso en marcha una prueba piloto de seis meses. El proyecto fracasó rotundamente por falta de demanda.
Treinta años más tarde, en 1965, Sheperd Barron un escocés que vivía en el campo y acostumbraba a ir al banco los días sábados para sacar dinero, llegó tarde por un minuto.
Volviendo a su casa, encontró la solución observando una máquina expendedora de chocolates. Construiría una máquina que en vez de chocolates, expenda billetes.
Más adelante le comentó a su esposa la necesidad de crear una clave de seguridad de seis dígitos para su invento. Fue su esposa quien le advirtió que 6 números eran difíciles de recordar y que mejor serían 4. Fue así que nació el Número de Identificación Personal o NIP (pin) de 4 dígitos, cuyo uso fue mundial.
Envalentonado y entusiasmado Barron se reunió con un directivo del Banco Barclays y le explicó su idea.
El 1° de junio de 1967 comenzó a funcionar en Enfield, un pueblo cercano a Londres, el primer cajero automático comercializado por la firma británica De La Rue, en una sucursal del Banco Barclays.
¿Cómo funcionaba?
Para hacer funcionar el cajero automático, y teniendo en cuanta que por aquello años no existían las tarjetas con banda magnética como las que se utilizan hoy en día, se introducían unos cheques por 10 libras esterlinas previamente retirados del banco y descontados de la caja de ahorro del cliente, que contenían un material radioactivo (carbono 14) que servía para confirmar la autenticidad del mismo, luego se introducía el pin de cuatro dígitos y se retiraban las 10 libras.
Evolución
En 1969 la empresa Docutel instaló el primer cajero con tarjetas plásticas con código magnético en el Chemical Bank of Nueva York.
Hoy en día se continúan instalando cajeros automáticos en diferentes partes del mundo, sobre todo en los pueblos y pueblitos más recónditos y alejados de las grandes urbes.
Hace poco tiempo se instaló en la provincia de San Juan el primer cajero automático de Argentina con reconocimiento de huellas dactilares.
Ya no sufrirás más por extraviar tu tarjeta de débito o por olvidarte tu clave de identificación numérica o el pin alfabético que también debes recordar para operar. Para manejar un cajero automático te bastará con tener cuidado para no rebanarte el dedo mientras cortás la picadita.