Nilo Romero desea tener poder tener una cama para él solo, porque todavía sigue compartiendo, espalda con espalda, el colchón de una plaza con su hermano. "Es muy incómodo", dijo.
Vive en Piruaj Bajo, un paraje ubicado en el Salado Norte santiagueño, en un rancho en condiciones muy precarias. Su papá trabaja sacando madera, su mamá es ama de casa y tiene tres hermanos: Luis, Miriam y Silvia.
Nilo ama el monte y el oficio de hachero. "Aquí es lo más lindo. No hay mejor vida que la del hachero. Me levanto temprano, me lavo la cara, tomo el desayuno y voy al monte a ayudar a mi papá a hachar la madera", contó.
Nilo recuerda que la primera vez que hachó se cansó mucho y se frustró porque no podía hacer bien el trabajo. Ese día, desde las 8 hasta las 12 del mediodía, solo pudo hacer un poste. Hoy, son muchos más lo que hace de quebracho colorado.
Nilo ya maneja hachas, machetes y motorisierras. Las afila para que corten mejor. Selecciona los árboles que no estén agujereados ni curvos.
Al mediodía vuelve a su casa para almorzar, ponerse el uniforme e ir a la escuela. Con las zapatillas nuevas, el cierre roto del pantalón, su camisa blanca y su corbata, emprende la caminata. "También estoy estudiando porque se van a acabar los postes. Me gustaría ser profesor de Matemáticas. Desde chico que me gusta cuando sabíamos jugar a ver quién hacía más rápido los ejercicios", dijo.
Su actividad predilecta, antes que el fútbol, es jugar a la honda. "La agarro y me olvido de todo", dijo Nilo. Para Castells, la siesta es el horario mágico para que los chicos puedan ser libres.
Sus papás solo hicieron hasta 7mo grado. Su papá, trabajó desde los 10 años en las cosechas y se iba por varios meses. Se subía a un camión grande con acoplado y viajaba por las diferentes provincias en busca del poroto, la cebolla o la aceituna. "Vivíamos más afuera que acá. A la escuela íbamos poco y nada. Me aprobaban por altura", comentó.
Nilo quiere seguir estudiando y eso va a significar un desafío económico muy grande para su familia, que todavía no saben cómo van a poder encarar ese gasto por problemas económicos y de distancia.
"El futuro de todos acá es muy frágil porque no tienen seguridad sobre el territorio en donde ellos trabajan y pastorean sus animales. Ese es un tema bien complejo que pone en juego la vida de estos chicos en el monte", concluyó Castells.