La curiosa y conmovedora historia de la maestra rural Mónica Tortone se renueva cada semana, cuando recorre los 120 kilómetros que separan General Pico de la Colonia El Balde, en la provincia de Buenos Aires, para enseñar en el jardín de infantes de la Escuela N° 13.
Allí tiene 6 alumnos que "llegan a caballo, otros a pie, y otros en auto", detalla, a la Escuela que, además, cuenta con 10 alumnos en la primaria, matrícula alta para un paraje de caminos olvidados y muchas veces intransitables.
Mónica explica que su travesía empieza cada lunes a las seis de la mañana, a las 13 llegan los alumnos y a las 17 se retiran, quedándose sola en una pequeña casa dentro del establecimiento. "Me acostumbré a estar sola y nunca tengo miedo, para mí es un cable a tierra quedarme acá", le cuenta a La Nación.
La maestra es el único habitante del paraje ya que el club Agrario no tiene actividad. Queda a 60 kilómetros de América, en el partido de Rivadavia, a 550 de Buenos Aires y a 20 del Meridiano V, que marca el límite de esa provincia con La Pampa.
Cuenta además que en la Escuela tiene calefacción a gas, luz , televisión e Internet, pero cuando hay grandes vientos la luz se corta. Sin embargo, "todos los vecinos saben que me quedo sola y cuando necesito algo, están presentes", dice.
Para no tener que cocinar, se prepara viandas el fin de semana, pero cuando las tormentas son fuertes y los caminos se tornan intransitables, debe quedarse sábado y domingo en el paraje. "Me quedo pensando, se me pasa rápido la semana. Estar sola me ayuda a valorar todo lo que tengo", reconoce.
Y cuando el tiempo lo permite, los viernes regresa a General Pico por la huella que ella juzge en mejor estado, aunque la vuelta a la ciudad no es fácil. "Siento que todos están muy acelerados, para poder hablar tengo que cerrar las ventanas, los ruidos de los autos y las motos son muy fuertes", concluye.