Todo comenzó a finales de octubre de este año, cuando el productor alemán Theobald Hartmut Torsten encontró a su empleado Ignacio Casas, de 56 años, muerto en su vivienda y en avanzado estado de descomposición. Sobre la mesa del fallecido Casas había una botella con lo que parecía una sustancia tóxica, según indicó en su momento el alemán. La autopsia arrojó la presencia de un elemento tóxico que resultó coincidente con el contenido de la botella y plato que fueron secuestrados en la mesa.
La causa quedó a cargo del fiscal Ramiro Ramos Ossorio, quien tras recolectar los distintos testimonios de familiares y vecinos de Casas, imputó Hartmut por el delito de homicidio calificado por el uso de veneno.
Entre los testimonios recolectados, los familiares del trabajador fallecido manifestaron que por conflictos laborales, la relación se había enfriado en el último tiempo, e incluso que antes de su muerte Casas declaro que "si algo le sucedía, sería culpa de su empleador".
Hartmut se defendió de las acusaciones alegando que Casas se habría suicidado, y que no había tenido nada que ver con la muerte de su empleado.
Fue entonces que la fiscalía dio a conocer un segundo caso de envenenamiento, anterior al primero que trascendió, esta vez en perjuicio de otro empleado rural, Benito Soraire, que debió ser hospitalizado, pero sobrevivió.
Según consta en la declaración de Soraire, Hartmut le pagaba en ocasiones con carne y otros productos en cuenta de parte de su sueldo. Es así que un día a principios de octubre, encontró a cuatro de sus perros muertos, y a la semana siguiente de enterrarlos, el alemán apareció con una bolsa de carne, de la cual sospechó por el extraño olor que emanaba.
A pesar de esto, la cocinó y la ingirió. Luego comenzó a experimentar malestar con vómitos y mareos. Al día siguiente, como el malestar no amainaba, pidió al alemán que lo acerque al hospital más cercano, pedido que el productor negó, pidiendo esperar un día más a ver si los síntomas pasaban.
Ante la negativa de Hartmut, Soraire caminó en su lamentable estado al nosocomio más cercano, donde le sugirieron que la carne ingerída debía encontrarse en mal estado, y le dieron medicamentos.
Al amainar los síntomas, el trabajador rural volvió a su hogar, donde dio los restos de la carne a el perro que quedaba vivo. El animal murió a las pocas horas.
Del lugar se secuestró la carne en cuestión, la cual fue analizada por el Servicio de Toxicología Forense del CIF, en cuyo informe consta que en la muestra analizada se detectó un potente pesticida, el mismo que había terminado con la vida de Ignacio Casas.
Ramiro Ramos Ossorio, fiscal penal 4 de la Unidad de Graves Atentados contra las Personas, amplió la imputación contra Theobald Hartmut Torsten por el delito de tentativa de homicidio calificado por el uso de veneno u otro elemento insidioso.
El alemán conoció el nuevo hecho que se le imputa, y en su declaración negó toda participación y aseguró haberle dado la mercadería al fallecido Casas para que se la entregara a Soraire.