No faltan en Salta personajes cuyos nombres resuenan e inspiran con solo decirlos, como es el caso de Inocencia Lamas. La productora es reconocida gracias a la Fundación Alfarcito, y su historia de vida es una de trabajo y sacrificio.
Nació en Tres Cruces un 27 de julio de algún año olvidado, y nunca conoció a su padre. La criaron su madre y abuelos maternos, teniendo una relación especial con su abuela, quien la amaba como a una hija. En aquella época, sus abuelos tenían mucha hacienda, con ovejas, caballos, burros, cabras y vacas.
Esta región florecía por encontrarse en el camino de compradores y tropillas de ganado que se dirigían a Chile para ser vendidas. De chica le tenía miedo a los truenos y los borrachos, así que cuando empezaba la tormenta o aparecía alguno, se refugiaba bajo la mantita de su abuela.
Gracias a su abuela, a los nueve años Inocencia ya tejía dos técnicas distintas del tejido de telar, "picote" y "cordillate". Su primera obra fue una vincha que todavía conserva junto a sus primeras agujas de tejer, de espinas largas de cardón. También conserva cariñosamente la puisca de su mamá.
El rancho de sus abuelos fue quemado en 1932, por lo que empezaron a vender parte de la hacienda y se trasladaron a un terreno en San Bernardo de las Zorras, donde viviría toda la familia en 1961. Inocencia tenía apenas tres añitos, y en ese lugar nacieron sus hermanos: cuatro varones y tres mujeres.
Durante muchos años, su mamá seguía viajando a Tres Cruces para cuidar lo que les quedaba de la hacienda, mientras que Inocencia cuidaba a su abuelita. Entre sus recuerdos de la infancia, también se destacan los maestros de la primaria de San Bernardo, y las historias de su abuela sobre Felipe Varela.
En su juventud, Inocencia se trasladó a Campo Quijano y estudió Corte y Confección y Repostería durante un año en la Escuela Técnica. Todas las mañanas viajaba a Salta capital para trabajar como niñera, mientras que en las tardes asistía a sus clases. Finalmente se trasladó a capital para trabajar como doméstica, pero a los 25 regresó para permanecer un año en su cerro.
Con ansias de conocer el mundo, viajó a Buenos Aires, pero apenas pasados ocho meses debió regresar por la muerte de su mamá. Eligió vivir en San Bernardo, lugar donde crió a sus dos hijos, trabaja el campo y cuida la hacienda.
Vendía verduras de su propia cosecha viajando en caballo, y obtenía harina de la molienda del maíz capia a mano. Con ella, hacía empanadillas que vendía en el colectivo. Cada último sábado del mes, cabalgaba tres horas y media para llevar sus productos al centro Artesanal de Alfarcito: papas, habas, choclos, quesos, tejidos, empanadillas y flores.
Crea estas delicias con sus propias manos, y todos la esperan con alegría inconmensurable, pues la respetan y aprecian por su valor, trabajo, constancia y sobretodo por su gran corazón. Gracias a las contribuciones del Padre Chifri, Inocencia cría junto a sus hijos Julio y Marcelo cabras, vacas, chanchos y llamas, y cultiva habas, papas, maíz y otros productos.
Hoy en día ya no cabalga, pero sigue ocupándose de generar productos y artesanías, aunque sufre de artritis reumatoidea desde los 30 años. Como comenta el blog Las Tertulias de Juana Manuela, Inocencia tiene una posición muy particular sobre su condición:
"No me interesa la enfermedad, no me meto con ella. Ella, si se mete conmigo."
Aunque sus actividades se detuvieron por la pandemia por coronavirus, y no puede recibir turistas en su hogar, los amigos de la Fundación Alfarcito se encargan de recoger sus productos junto a otros de las comunidades y las llevan a Salta Capital para su venta, queriendo contribuir para que las familias no pierdan sus recursos de sustento.