El 17 de agosto, Rafaela rompía la "burbuja sanitaria" en donde había estado durante 118 días y declaraba su primer caso.
Todo había iniciado el 21 de marzo, a dos días de haberse iniciado la cuarentena, hace casi 6 meses. Durante cuatro semanas, la ciudad estuvo en la zona roja. De hecho, durante una de las presentaciones del presidente Alberto Fernández, el resto del país había avanzado, mientras que a Rafaela se lo consideraba como si tuviera más de 500.000 personas. Su condición de "transmisión por conglomerados" (que hoy ostenta nuevamente) la había puesto en la famosa "zona roja".
El último positivo se había dado el 21 de abril, y fueron, justamente, 21 en total. Llegado mayo, y con el alta médica de todos, se pidió salir de la "zona roja". Y desde allí, Rafaela comenzó a vivir un momento de reapertura de actividades económicas, llegando a la fase 5, con la habilitación de visitas afectivas, como en el resto de la provincia de Santa Fe. Amigos y familiares pudieron volver a reunirse.
Eso hizo que los controles se relajaran. Las guardias fueron bajando. Todos pensamos que lo peor había pasado. Pero desde el 17 de agosto, Rafaela comenzó a vivir una etapa realmente compleja desde lo sanitario.
En las mismas cuatro semanas, con un movimiento casi normal (el 80% de las actividades están habilitadas y se moviliza el 80% de la población, a diferencia de la cuarentena estricta inicial, donde todos los casos provenían del exterior), Rafaela tuvo 11,33 veces más casos. También sumó 3 muertes más a la que se había dado aquel 9 de abril, totalizando 4 hasta el momento. Todas en otras localidades.
El lunes pasado, las autoridades hicieron un fuerte llamado a la ciudadanía, para que se controle más. Hoy las camas de terapia intensiva están ocupadas en un 75% y se está a punto de convertir al Hospital "Dr. Jaime Ferré" de polivalente a monovalente, es decir, que solamente atienda casos de COVID.
¿Qué cambió de marzo a septiembre? Claramente, el movimiento de gente. El origen del los contagiados: como diría el Dr. Roberto Vitaloni (quien debió dejar la coordinación de Epidemiología por razones de salud, originadas por el stress de la situación) el virus ya no viene con pasaporte, sino con DNI. También los resguardos de la población, que se muestra cansada de tanto alcohol en gel, distanciamiento social y barbijo. Y, por último -pero no por eso menos importante- el aval político a la decisión de resguardarse.
¿Cambiaremos en las próximas semanas?