Gustavo Marangoni
Sergio Massa, que asumió en los hechos las riendas de la administración en agosto del año pasado convirtiéndose en un virtual primer ministro con el voto de confianza de CFK y la subalternización de la figura de Alberto Fernández encuentra con la proclamada candidatura “de unidad” (que incluye la franquicia de Juan Grabois como colectora para los desencantados progresistas que necesitan un Ahora 2 para votar al hombre de Tigre) la formalización del rol de “hombre fuerte” que desempeña el titular del Palacio de Hacienda.
Quedan en suspenso hasta nuevo aviso las apelaciones a la generación diezmada, las clases magistrales de economía y las referencias al ajuste. La pata K de la coalición se refugia en Buenos Aires, buscando convertirse en un nuevo partido provincial. Quizás el ejemplo de los gobernadores que desde sus territorios se constituyeron en factores permanentes de poder hayan inspirado a Cristina en su nueva versión de la resistencia con aguante.
“A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismo” decía Borges. Aplica para interpretar la parábola kirchnerista. Su primera gestión le pagó al contado una deuda de USD 10.000 millones al organismo internacional para sacárselo de encima, la misma cifra que ahora suplican como adelanto para llegar a diciembre sin corridas. Se trata de un elemento indispensable para entender porqué no duró ni 60 minutos la “hora de Wado”. Massa da un paso más en la dirección de concretar una nueva versión del peronismo.
La posibilidad de lograrlo estará dada por su suerte electoral y por el desempeño de Axel Kicillof. Si ambos ganan, se reeditará el clásico duelo de sillones (Rivadavia vs Dardo Rocha). Si solo triunfa el gobernador asistiremos al neokirchnerismo. Si la victoria solo le sonríe a Massa el peronismo alumbrará un nuevo liderazgo. Si los dos son derrotados la nueva UP se desarmará.
En la construcción de este presente resultó fundamental la manipulación que hizo el presidente de su debilidad. Frustrado en la búsqueda de la reelección se dedicó a ejercer el poder de bloqueo y de daño.
Completar el mandato será su logro-consuelo mientras aguarda que se cumpla su no tan secreta esperanza de ser quien cierre dos décadas de kirchnerismo.