El pasaporte del sóftbol argentino colecciona varios sellos, pero también un ADN muy vinculado a Paraná; Mariano Montero, y su familia, tienen mucha implicancia en que esto así sea. En diálogo con Vía Paraná repasamos la carrera del paranaense, actual capitán de la Selección Nacional.
Padre, madre y hermanos jugadores de sóftbol, parecía que no había otro destino posible para Mariano, sin embargo su familia lo acercó al mundo del deporte para que experimentara entre las disciplinas que más le gustaban, si bien supo jugar al tenis y al fútbol, nunca se alejó del sóftbol, fue amor a primera vista desde el instante mismo en que su padre lo llevó a la cancha. Ese padre que también jugó en el primer mundial que se disputó en Argentina.
Hoy Mariano colecciona un campeonato del mundo en República Checa, oro en los panamericanos y sudamericanos, entre otros importantes logros, sin embargo pasaron varios años hasta que llegó a la Selección; “yo debuté a los 23 años en la Selección Nacional. Siempre lo miraba a mi hermano que fue uno de los jugadores que más jugo en la selección, mi sueño era llegar. Me dedique a tratar de dar lo mejor cada año, hoy con casi 36 miro para atrás y nunca pensé que pudiese lograr tanto”, cuenta.
El deportista paranaense se inició en el club Patronato y no duda en afirmar que fue el espacio que “le dio todo”. “Uno sueña siempre con la selección pero el club es todo. La enseñanza dentro y fuera de la cancha, el grupo de amigos, las prácticas, lograr en conjunto varios campeonatos desde chicos. La selección es una consecuencia de lo que hice en Patronato”, sostiene.
En el 2013 llegó el primer mundial para Mariano, “estaba muy ansioso por jugar porque no quería que se me pase el tiempo; fue un mundial muy bueno en lo grupal, primera vez que logramos un cuarto puesto. Vi lo que podíamos llegar a lograr como selección. También se te va el respeto que uno le tiene por demás al rival”, cuenta en relación a esa experiencia que marcaría su trayectoria deportiva.
Como en todo deporte el esfuerzo pasa por compatibilizar la vida personal, laboral o estudiantil con el entrenamiento; pero este desafío se acentúa más en el caso de deportes amateurs como es el sóftbol. “Todos tenemos nuestros trabajos, estudios y familia. Sabíamos que para lograr el objetivo teníamos que entrenar de manera profesional, eso implicaba arrancar con nutricionista, plan físico, plan técnico, entrenamientos doble turno diagramados en la semana”, enumera Mariano acerca del esfuerzo colectivo que debieron asumir como equipo. “Fueron muchos años que lo vinimos haciendo, incluso actualmente, y ese es el ritmo que tiene la Selección hoy. Uno da un paso al costado cuando no puede seguir el ritmo de la camiseta, es decir cuando no puede cumplir con ciertos objetivos que implica estar dentro de la Selección. Todavía lo venimos aguantando porque es mucho el amor que tengo por el deporte”, expresa.
La responsabilidad de la capitanía
Mariano es el actual capitán de la Selección Nacional, dice que nunca se vio en ese papel posiblemente porque fue un puesto muy bien ocupado durante años por su íntimo amigo, Bruno Motroni, hasta que decide dejarla luego de ganar el Oro en Lima. “Nos quedamos sorprendidos pero lo entendía porque fueron muchos años de responsabilidad. Al tiempo sonó mi nombre para tomar la capitanía, sabiendo que él estaba dentro del equipo sabía que podía aprender y llevar el rol con mucha responsabilidad. Estoy muy agradecido”, dice sobre su actual rol.
Todo el trabajo, el esfuerzo y la dedicación que Mariano le dedica al sóftbol fueron reconocidos de alguna manera en 2017 cuando fue premiado con el Olimpia de Plata, galardón nacional que destaca al mejor deportista de cada disciplina. Respecto al reconocimiento, el deportista destaca que fue “algo impensado porque uno no piensa en esas cosas sino en mejorar dentro de la cancha y esas cosas vienen por decantación”.
Paraná cuna del sóftbol
La capital entrerriana es, además, capital nacional del sóftbol, una ciudad emblema de esta disciplina. Consultado acerca de este aspecto, Mariano entiende que hubo mucho furor cuando surgió el sóftbol en las escuelas con los intercolegiales; “las escuelas mismas armaban sus equipos del barrio, había mucha rivalidad se jugaba a cancha llena”, cuenta y agrega que “en Paraná hubo mucha gente que amó el deporte desde el principio porque se ha hecho a pulmón”. También reconoce que hubo una gran camada de ex jugadores y ex dirigentes que aman el sóftbol. “Hoy somos campeones mundiales y el legado que queremos transmitir es dejar al sóftbol cada vez más alto”, dice.