Volvimos a marchar, porque 30 años después de la primera marcha, todavía es necesario hacer reclamos.
Porque aún hoy hay miedo, violencia y humillación.
Se sigue usando como insulto el puto o maricón.
Siguen robándose infancias y llevando a forjar identidades falsas para pasar desapercibido. Por favor, cuidado con que a los niños le guste el rosa o jugar con muñecas. Mejor ni hablemos de una niña que decida patear pelotas en lugar dar mamaderas.
30 años después se sigue señalando.
Atacando, discriminando y matando. Salirse de lo “normal” aún hoy se sigue pagando con un precio muy alto.
30 años después, el reclamo está vigente.
Tanto como los latidos de los corazones de toda mi gente.
Que se reúne bajo el arcoíris para marchar.
Pues, más que política, esto es una cuestión de humanidad.
30 años después, seguimos acá.
Festejando lo conseguido y luchando por lo que aún nos queda ganar.
Solo podemos decir que no nos vamos a esconder más.
Mucho menos nos nos vamos a callar.
Que ya es hora de que se acaben los clósets, las etiquetas y ese viejo cuento de la masculinidad.
Acá se lucha por la libertad.
Porque jamás se hizo daño por amar.
30 años después, seguimos acá.
Tomándonos de las manos a plena luz del día, bañándonos en brillos y colores, y bailando juntos hasta que los pies no nos den más.
Suficiente nos fue quitado, hay marcas que jamás cicatrizarán.
Cada uno de nosotros lleva una historia difícil de contar.
Y algunos también llevamos las de aquellos que ya no pueden hablar.
Nuestro Orgullo es por ser quiénes somos en un mundo que aún hoy se resiste a permitirnos amar en libertad.
Marchamos por un mundo mejor, lleno de arcoíris y libertad.
Un mundo sin etiquetas que poner.
Sin nada que esconder.
Un mundo en el que se pueda ser y amar en total libertad.