Que el 2020 será uno de los años que querremos olvidar pronto, nadie se animaría a dudarlo. Y que, al mismo tiempo, cada día que pasa se empecina en quedarse con el título mundial e indiscutible de “el peor año de la humanidad” también parece ser una gran verdad.
A la pandemia de coronavirus -con sus infectados y muertos a lo largo y ancho de todo el planeta-, le orbitan las muertes de Diego Armando Maradona, la del ex DT de la selección y subcampeón del mundo en 2014, Alejandro Sabella y el reciente fallecimiento de uno de los actores más queridos de la escena nacional, Carlín Calvo. Pero estas son solo las desgracias más visibles, las que se encuentran en la punta y en el área superficial del iceberg. Y, como en cualquier iceberg, está la parte que no se observa con tanta exposición. Y que se ha cobrado a tantas miles de otras víctimas. Y, entre ellas, está la que llora el andinista mendocino Ignacio Lucero; así como otros tantos montañistas mendocinos, argentinos y del mundo entero.
Porque este olvidable 2020 también se llevó a Oro (en noviembre), el perro más montañés de Mendoza; y a quien adoraban y veneraban andinistas del mundo entero. Oro se convirtió en el compañero de expediciones de Nacho Lucero en la “segunda vida” que este incansable aventurero mendocino de 47 años comenzó a transitar en 2011, luego de haber sufrido un infarto y posterior ACV mientras intentaba hacer cumbre en la montaña Manaslu, enclavada en el Himalaya.
El can y su compañía incondicional fueron claves en la recuperación de Lucero; al igual que en su regreso al andinismo. Y juntos -porque no era una relación de mascota/dueño, sino que eran compañeros- hicieron desde 2016 cuatro cumbres en el Aconcagua; el Coloso de América.
El momento justo, el lugar indicado
Luego de sufrir el infarto y posterior ACV, Nacho inició su lenta y trabajada rehabilitación. Durante un tiempo se alejó de las expediciones a la montaña y hasta le hizo un lugar en su día a día a otras de sus pasiones: la fotografía. Pero, lejos de bajar los brazos; Lucero nunca perdió de vista su horizonte: regresar a la montaña. Y lo que todavía no sabía en el momento en que estaba iniciando la recuperación, es que volvería acompañado a sus expediciones. Y con un compañero que nunca lo dejaría solo.
En 2013, ya en Mendoza y en plena recuperación, se percató de que no estaba solo. A su casa había llegado -como un enviado de vaya uno a saber quién, para no atribuirle todo a la religión- un perro de pelaje cuasi dorados y de una simpática y marcada presencia. Nacho nunca supo con exactitud cómo llegó el perro al lugar, pero si sabe que lo bautizó casi de improviso cuando su sobrina le preguntó el nombre (se aferró a su pelaje para elegir el nombre). Y también supo -casi desde el primer momento- que Oro no se alejaría nunca de su lado (ni siquiera ahora, con su fallecimiento).
Simplemente Oro! Mi compañero.
Publicada por Ignacio Javier Lucero en Martes, 7 de julio de 2020
Uno los dos
Luego de completar la rehabilitación, Nacho fue volviendo -poco a poco- al corazón de las montañas. Y siempre con Oro a su lado. Inexperto en este terreno (el can, vale aclarar), Lucero le contagió el amor por el andinismo. Y cuando Nacho estuvo listo para su primera prueba de fuego, no dudó en incluir en la expedición a Oro.
Cuando regresó como guía al Parque Provincial Aconcagua, Nacho logró que Oro fuese habilitado y certificado como perro de asistencia, aunque no fue nada fácil la misión. Y, de repente, los grupos que contrataban a Nacho como guía se encontraron con todo el equipo en el techo de América: ellos, Lucero y Oro disfrutando de la cumbre y mirando a todo el continente americano desde lo más alto (literalmente hablando). La primera cumbre del Aconcagua conquistada por el dúo fue en 2016.
Sin darse por realizado en ningún momento, el fiel e inseparable compañero aprendió pronto también a desempeñarse como guía de Lucero en el esquí; y la simbiótica relación entre ambos no tardó en replicarse como una hermosa historia en medios del mundo entero.
Lucha por la jubilación
En 2017, durante la Primera Jornada de Derecho Animal de Mendoza, Oro se convirtió en el protagonista excluyente del evento. Y fue Nacho quien, aprovechando justamente el contexto de la jornada, insistió en el derecho a que su compañero pueda acceder a una jubilación.
“Yo creo que tiene que tener aportes y estar inscripto para poder jubilarse. Una cosa ridícula para la Justicia de Argentina, pero que en Pakistán se hace”, explicó Lucero en una nota a Los Andes en noviembre de 2017. Además, el fiel compañero de Oro explicó que en ese país asiático, los burros y mulas utilizados por los militares tienen distintos grados de sargento y, una vez que dejan de trabajar, se jubilan y tienen derechos. “A Oro yo lo considero un perro de trabajo y tiene que ganar en los derechos laborales”, agregó.
Sagrada sepultura
El futuro de Oro seguirá cerca del Aconcagua, aún en la inmortalidad. Y es que este verano, los restos del perro serán enterrados en el Cementerio de los Andinistas ubicado en Puente del Inca, a unos pocos kilómetros del acceso al imponente cerro.