Los recuerdos de Gladys, una pueblerina de las Minas de Salagasta

Hace 50 años el pueblo Los Colorados está abandonado, lugar donde se alberga las Minas de Salagasta de Las Heras. Si bien el pueblo fue borrado del mapa, no fue borrado de las memorias de quienes vivieron allí.

Los recuerdos de Gladys, una pueblerina de las Minas de Salagasta
El horno de las Minas de Salagasta. Allí se acopiaba la cal, por lo que su funcionamiento era fundamental para que el trabajo de los mineros se lleve a cabo.

Hace 50 años el pueblo de Los Colorados fue despoblado. En las afueras de ese pueblo, se encuentran las Minas de Salagasta, de Las Heras. Si bien el pueblo fue borrado del mapa, no fue borrado de las memorias de quienes vivieron allí.

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Gladys Tafran vivió en el pueblo que hoy está abandonado. Desde su nacimiento en 1954 hasta 1966, el pueblo que alberga las minas del departamento lasherino fue su hogar. Luego de la década de los 70, el pueblo fue despoblado casi completamente, quedando solamente el Chavero con su puesto.

Hoy es un lugar turístico, donde uno puede ir a visitar y practicar turismo de aventura o comer un buen asado. Pero pocos conocen que fue un pueblo lleno de vida y gente.

Para conocer más de la realidad del pueblo minero, desde Vía Mendoza dialogamos con Gladys, quien nos compartió las memorias de su infancia en el lugar.

Lo que hoy está abandonado, antes estaba lleno de vida

Más de 100 familias vivían en lo que actualmente está deshabitado. La mayoría de sus pobladores de alguna manera se relacionaban con las minas, siendo que era la principal fuente laboral de la zona.

Gladys vivió en el pueblo desde su nacimiento hasta sus doce años aproximadamente, junto a sus padres y sus dos hermanos. Su papa era transportista y trabajaba en la minería llevando y trayendo la caliza de las minas.

En el edificio de atrás llegaba la cal cocinada, en terrones grandes. Llegaban en carros por vías tipo de ferrocarril y después pasaba por otro proceso donde ya salía molida y se guardaba en el silo.
En el edificio de atrás llegaba la cal cocinada, en terrones grandes. Llegaban en carros por vías tipo de ferrocarril y después pasaba por otro proceso donde ya salía molida y se guardaba en el silo.

Recuerda que su infancia fue una feliz, llena de memorias agradables con su familia y vecinos. “Era lo más hermoso. Entre todos los vecinos nos conocíamos. Eramos todos buenos vecinos, colaboradores entre todos”, contó la mujer.

Cuando uno visita el lugar hoy día, se encuentra con las construcciones casi demolidas, en pie pero sin techo y sin forma. Gladys cuenta que antes era todo lo contrario. “Habían casitas de la época, muy lindas. Cada una tenía su terreno, bastante amplias. Algunos criaban animales como gallinas o chanchos”, detalló Tafran.

Dentro del pueblo tenían todo lo que necesitaban para vivir. Había una escuela, un club deportivo con cantina y un almacén grande que tenía de todo. “Lo tenía una familia turca, todos iban a comprar allí”, comentó la mujer del almacén.

Una de las casas del pueblo. Esta en particular era de la familia Berchele, donde vivieron cuando llegaron en 1948. En el techo se ve un molino con el que generaban electricidad.
Una de las casas del pueblo. Esta en particular era de la familia Berchele, donde vivieron cuando llegaron en 1948. En el techo se ve un molino con el que generaban electricidad.

Inclusive señaló que el pueblo tenía su propio suministro de energía, mediante unos grupos electrógenos. “Había gente muy inteligente, a través de ellos se pudo hacer este grupo electrógeno tan grande y darle electricidad a tantas personas”, explicó Gladys.

La mujer mencionó especialmente sus recuerdos en la escuela, describiéndola como “maravillosa”. Allí Gladys cursó hasta 6to grado y aunque era niña, tiene fijo en su memoria a su maestro. “Nos enseñaba muy bien. Él venía desde la ciudad y viajaba esos 40 kilómetros que hay desde Las Heras hasta donde estaba el pueblo”, recordó Gladys.

La escuela del pueblo.
La escuela del pueblo.

Los alumnos de la escuela eran muy activos en el deporte y le sacaron el provecho al club. Gladys contó que se realizaban competencias de basket y fútbol. “Siempre ganábamos, me acuerdo”, comentó la mujer.

Un equipo de fútbol de Salagasta.
Un equipo de fútbol de Salagasta.

Algunas anécdotas del pueblo

Gladys recuerda que el pueblo era muy particular, con características que hicieron al pueblo especial. Ella compartió algunas de sus memorias, que son totalmente desconocidas para quienes no habitaron en el lugar.

“Antes del pueblo había un rio muy seco y extenso. Cuando llovía mucho por la montaña, el río crecía muchísimo. Por ahí había gente que se quedaba del lado de la ciudad. Cuando esa gente iba llegando al pueblo, se le avisaba con linternas para que no pasaran por el río porque venía muy crecido y con mucha fuerza. Ellos se quedaban varados varías horas hasta que decreciera el río”, contó la mujer.

La bajada del horno.
La bajada del horno.

Ella tiene en su memoria la imagen de un santo sobre Punta de Riel, el lugar de donde sacaban la caliza. “Estaba importado sobre una cueva. Se celebraban misas ahí, comuniones y bautismos. Eso sí quedo olvidado, no sé que será de ese santo”, detalló Gladys.

Y sorprendentemente, el lugar que alberga las Minas de Salagasta fue usado como escenario de una película argentina. Se trata del filme “Marianela”, que una de sus escenas fue grabada en una de las cuevas. Su protagonista fue Olga Zubarry.

El horno

De todas las anécdotas que compartió Gladys, la historia que contó sobre el horno de barro del pueblo es una cercana a su corazón. Este horno fue construido por Don Rafael Berchele, quien era padrino de su hermana por lo que compartieron muchas memorias juntos.

En la foto está Rafael Berchele, el constructor del horno Delia, junto a sus hijos.
En la foto está Rafael Berchele, el constructor del horno Delia, junto a sus hijos.

El horno fue construido para acopiar la cal, por lo que su funcionamiento era fundamental para que el trabajo del pueblo minero sea llevado a cabo.

Sobre Berchele, Gladys contó que era analfabeto, pero muy inteligente. “Hizo el horno con sus propias manos. En honor a ese horno y a su esposa, la cual amó mucho, le puso Delia, el nombre de su esposa”, detalló la mujer.

El horno una vez terminada su construcción. En la foto aparecen todas las personas que participaron en la construcción.
El horno una vez terminada su construcción. En la foto aparecen todas las personas que participaron en la construcción.

Luego de que el pueblo fuera despoblado, Berchele con su familia su mudó a Jujuy, donde siguió trabajando hornos dedicados a la minería. Trabajó hasta los 85 años, construyendo hornos de cal. Falleció hace un años atrás, a los 99 años.

Abandonado pero vivo en la memoria

Una vez que se dejó de producir la cal y la bentonita, el pueblo dejó de cumplir su función. “La firma que estaba allí se disolvió y cada familia tuvo que empezar una nueva vida”, señaló Gladys.

Sin el trabajo de la minería, el pueblo no tenía fuente de trabajo, por lo que sus habitantes se vieron obligados a levantar sus vidas, dejar sus casas y mudarse a otro lugar. “El pueblito fue quedando abandonado, con todas sus casitas en pie”, expresó la mujer.

Cada familia se fue ubicando en diferentes lugares, Gladys con su familia se reubicó en la ciudad. Otros, como la familia Berchele, fueron rehaciendo sus vidas en otras provincias.

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Pasados los años, Gladys volvió al pueblo, aunque hace un tiempo que no va. “Me da mucha nostalgia y tristeza. La verdad que no se porque terminó asi el pueblo”, concluyó la mujer. Pero si expresó que se alegra mucho cuando revalorizan el lugar con sus visitas y recorridos históricos, que hacen recordar lo que una vez fue el pueblo.